domingo, 4 de diciembre de 2011

Cultura y Postmodernismo (Fragmento)

Divagaciones en torno a un abismo




Armando Almanzar Botello


La evidente extenuación del proyecto lineal, teleológico y totalizador de las vanguardias estéticas internacionales, ha tenido como consecuencia irrevocable un estallido pluralizante de las prácticas artísticas y del discurso poético contemporáneo. Dicha extenuación expresa de modo palmario el abandono decidido por parte de los creadores del primado excluyente de una lógica unitaria de la simple ruptura y de la mera confrontación con la tradición. 

Lo anteriormente señalado ha dado curso, entre otras cosas, a lo que ciertos estudiosos de la semiótica han convenido en considerar como vía abierta de relectura irónica, oblicua o metalingüística de los valores poéticos tradicionales, en la práctica de una suerte de “paleonimia poética” (la expresión está ligada a la estrategia filosófico-escritural de Jacques Derrida), que no sería mera aceptación arqueológica o apropiación pasiva de la tradición y de los valores canónicos que la sustentan, sino redescripción y distorsión activa de los materiales, recursos, soportes expresivos, nociones de crítica y resistencia, interpretación y negación estéticas, operando ahora en modos descentrados, fractales y plurivalentes.

Las primeras vanguardias internacionales participaban de una visión “figurada, cursiva, lineal y teleológica de la historia”, negaban univalentemente la tradición. El papel histórico de dichas vanguardias consistió en destruir de manera reglada y programática las codificaciones canónicas de las semióticas estéticas tradicionales, imitativo-ilusionistas, miméticas, hasta alcanzar el grado cero de las formas y el “ruido blanco” de la escritura.

El postmodernismo estético y específicamente poético-textual, pretende dialogar y negar simultáneamente. Aceptando con todas sus implicaciones el señalamiento realizado por Umberto Eco, en el sentido de que la simple destrucción del Canon tan sólo conduce al silencio, y reconociendo, tal como bien lo expresa Peter Bürger, que en una modernidad estética “completamente desplegada y desarrollada” no hay materiales, temáticas o procedimientos que deban considerarse tabúes, la genuina estrategia poética postmoderna se aboca, sin pretensiones totalizadoras y sin los facilismos del “todo vale”, a un pluralismo transgenérico, tenso y contradictorio, de temáticas y recursos.

La temporalidad lógica no-lineal que regula el funcionamiento de la estrategia postmoderna podría entenderse como nachträglich (Freud), après – coup o retroactiva. Concepción del espesor espectral de la memoria como corriente viva modificable por el curso de los acontecimientos ulteriores. Futuro anterior, como temporalidad psicoanalítica y poético-fictiva de la curación y el milagro.

En ese sentido, el filósofo francés Jacques Derrida apunta: “cuanta más irrupción haga lo nuevo de la crisis, tanto más out of joint [desajustada] está la época y tanto más necesario se hace convocar a y ‘tomar prestado' de lo antiguo. La herencia de los ‘espíritus del pasado' consiste, como siempre, en tomar prestado; figuras de préstamo, figuras de prestado, figuralidad como figura del préstamo. Y el préstamo habla: lenguaje de prestado, nombres prestados, [tradiciones prestadas]. Cuestión de crédito, pues, o de fe [en los fantasma, en los espectros]”.

Esta estrategia considera a la tradición poética, en la que ahora se incluye al propio modernismo y a las vanguardias, como un despliegue laberíntico de constelaciones semióticas a reinterpretar, distorsionar, reciclar y reutilizar por la imaginación de los poetas actuales. Las estructuras y desconstrucciones de esa Tradición Histórica Monumental se inscriben dentro de nuevos decursos generativos y fractales, que revelan imprevisibles deflagraciones del misterio e insospechadas configuraciones abiertas.

Paralelamente a esta tendencia estético-rizomática hacia lo plural, hacia lo múltiple, hacia la relectura en segundo grado de la modernidad (fenómeno observable desde hace varias décadas en Estados Unidos y Europa, y más recientemente en Latinoamérica), es pertinente recordar lo que Octavio Paz caracterizó en la etapa tardía de su pensamiento como tendencia entrópica del mercado en su momento postmoderno.

Esta tendencia avasalladora se revela hoy más que nunca, acelerada y devorante, en el particular contexto de las artes y la literatura y no sólo en la economía convencional o “profana” de bienes y servicios. De acuerdo con las consideraciones de Paz, dicho empuje a la entropía, patente en el espacio cultural desde el inicio mismo de la modernidad, propende a la homogenización y estandarización de la literatura y el arte, al pretender los poderes del mercado regular el funcionamiento de estas actividades aplicándoles las leyes de la oferta y demanda.

En la Teoría de la Información de Claude Shannon, la entropía se manifiesta como tendencia de un sistema a la desorganización y rutinización de sus estructuras. En el contexto semiótico de la cultura, de la literatura regulada por las leyes de la verosimilitud y el mercado, la entropía se revela como serializacion y desecación simbólica de los objetos estéticos, como desdiferenciación estructural y final isotermia de los hasta entonces diferentes niveles atmosféricos de la sensibilidad creadora y colectiva. Estado Terminal equivalente, en el ámbito cultural –prosiguiendo con la metáfora epistemológica- a la denominada muerte térmica del universo en la teoría cosmológica.

Estaríamos entonces a merced de una aparente producción multicultural que se traduciría en un seudopluralismo mercantil de cuño reductor, que reconstituye la brutalidad homogeneizante de la apropiación capitalista por detrás de la segmentación y el descentramiento del mercado. Jacques Derrida nos hablaría de una artefactualización, virtualización y secuestro del espacio comunicacional de la cultura por los poderes económicos y tecnocráticos.

Toda la supuesta diversidad democrática de los discursos, decursos, bienes y ofertas materiales y simbólicas en general, queda sometida a la "unidad oculta" de un imaginario despótico regulado por la lógica de la producción, la distribución y el consumo, como factores reales que forman parte de una estructura jerárquica de territorios de poder, flujos y beneficios altamente concentrados y asimétricos.

Sustentado en estas consideraciones, el psicoanalista y filósofo español Jorge Alemán piensa que actualmente el freudiano y clásico “malestar en la cultura” reviste la forma de un “malestar en el capitalismo”, con las diferentes modalidades postmodernas de habitar este malestar sin salida posible vislumbrada.

En su culto fetichista a lo nuevo banalizado, el mercado pone cada vez mas de manifiesto la repetición serializada de la “novedad”, la programación inexorable de los bienes, la operacionalización rentabilizante de los procesos, la oferta universal y /o segmentada de los objetos desechables como obturadores fantasmáticos del deseo en la eternidad irrisoria del consumo narcisista.

El mercado global capitalista es para el psicoanálisis y para una cierta hermenéutica cultural sustentada en su “antropología filosófica””, la nueva voz avasallante del Amo en la topología lacaniana de los cuatro discursos. Esa voz superyoica se disfraza de pluralismo multiculturalista, de multiplicidad molecular inconsistente (liberadora), y frente a las pantallas del televisor y del computador o en los pasíllos ilimitados de los shopping malls o grandes centros comerciales postmodernos, nos asalta el núcleo secreto y escindido de nuestra “extimidad” (Lacan), prometiéndonos suturar la carencia, recubrir la falta de ser con la imagen infográfica, sintética o protésica; curarnos de la herida terrible de la vida, del éxodo y el exilio fecundos que entraña inexorablemente el genuino existir mortal de aquel que Eugenio Trías conceptualiza como 'sujeto fronterizo'.

Esa voz “infrasónica” del amo, subliminal o cínica, autocolonialista y neototalitaria, propone como fármaco salvador el paradójico brillo aurático de la mercancía, y nos ordena sordamente: ¡compra, consume, goza! Dicha voz pretende encontrar para el sujeto la autofundamentación de su voluntad de dominio poniendo fin a lo que el mismo Trías denomina 'ser de los límites': ese que asume la dolorosa pero fértil 'cesura diabálica' entre el círculo existencial del aparecer y el círculo hermético de lo inconmensurable. El sujeto fronterizo reconoce límites a su goce, aunque no sea más que a título provisorio: bordes a reinscribir de modo permanente en una historicidad de las transgresiones y las frangencias.

En este mare mágnum de la “ultramodernidad crepuscular y crematística”, que opera cínicamente como rostro de la modernidad tardía usurpando las manifestaciones de lo que realmente podría resultar postmoderno en términos liberadores, la vertiente omnívora del postmodernismo poético-artístico, principalmente en las metrópolis más complejas y de economía preponderantemente post-industrial, dialoga caótica y en ocasiones críticamente con el best-seller, con el onirokitsch, con los soportes tele mediáticos de la Internet y el vídeo, con lo que todavía opera como pueblo o cultura popular; con las tradiciones anteriormente denominadas cultas, con los aspectos mas diversos, dispersos y marginales de la cotidianidad urbana, con las culturas oprimidas, etc., considerándolos como elementos a redescribir e inscribir en nuevas articulaciones textuales y semióticas.

El riesgo final de este eclecticismo, como ya habían advertido en el contexto hispanoamericano Octavio Paz, Iris María Zavala y Eugenio Trías, entre otros, es la parálisis de la sensibilidad por exceso de estímulos, la anestesia y el torpor; es decir, todo lo contrario de la lucidez estética, de la manía hiperestésica de las formas entendidas como valores y conquistas.

La fetichización de los particularismos en ausencia de una nueva modalidad de síntesis o conectividad disyunta entre las partes, conduce a la ausencia de auténtica creatividad y de pensamiento crítico: “foucaultismo pop”, rosario de indigencias conceptuales, oronda originalidad de Pero Grullo: palabrarios. Descontextualización y deshistorización de la productividad textual en una supuesta libertad trascendental del arte y de la poesía que pretende desvincular a estas actividades significantes del campo de lo social y de lo político.

No obstante, y en contrapeso pendular, son perceptibles también los aspectos positivos de lo que parodiando a Heidegger podríamos denominar, la ambigua esencia de la postmodernidad. Esos rasgos permitirían quizás definir una poética de nueva resistencia frente al imperialismo monológico, avasallador y monolingüe de una falsa postmodernidad académica (Britto García), que resulta más bien, en los hechos, ultramodernidad conservadora, preformativa, perfomartiva, oportunista y crematística.

Esa línea positiva de fuga creadora se articula con la fuerza genésica de una tensa y sensible conciencia estética vigilante, a construir por los poetas y artistas contemporáneos en el promiscuo territorio germinante de la contaminación semiótica, en la diversidad, la diferencia, el descentramiento, el dialogismo no reductor entre las síntesis parciales y los fragmentos; en la fricción e interferencia de historias, espacios, ritmos, flujos, umbrales de intensidad y tradiciones culturales distintas, que al abrir en un horizonte de respeto por las diferencias y piedad por los vestigios (como diría Vattimo), la frágil posibilidad de un policentrismo cultural y textual, permitiría el comienzo (Paz: el recomienzo) de una poesía dialógica de convergencia en la diferencia, de cópula disyuntiva de lo múltiple.

Esta suma poética ilimitada que no totaliza jamás sus elementos, debe se entendida como universalidad concreta, oblicua y lateral de la postmodernidad en redefinición permanente. Ella afirmaría su diferencia con respecto al universalismo catártico, ascensional y abstracto de la modernidad teleológica y de las viejas vanguardias, y frente al rigorismo neototalitario característico de la entropía del mercado y su espectacular y fementido éxtasis cibernético.




© Armando Almánzar Botello
Texto completo publicado en Coloquios 2003,
Feria Internacional del Libro. Ministerio de Cultura de R.D.



Diciembre del 2002
Santo Domingo, República Dominicana

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