jueves, 29 de marzo de 2012

EL FALO CONTINGENTE (Breve respuesta a una inquietud)



Por Armando Almánzar Botello

A la memoria del Dr. Antonio Zaglul


Indudablemente, en Sigmund Freud hay luces y sombras… Pero debo recordar que luces y sombras las hay en todo, ¡hasta en Dios! Por eso existen dos vertientes teológicas básicas: una teología catafática que cree poder definirlo por lo que es, y una teología apofática que intenta decir, simplemente, lo que Dios no es... Lo Abstracto, el Espíritu, Dios mismo como Creador  — tal como lo conciben las tradiciones abrahámicas y otras que no lo son —,  constituyen también instancias falogocéntricas.

Freud sigue siendo un genio innovador cuyo pensamiento es susceptible de relectura, de reinterpretación, pero, curiosamente, y a contrapelo de sus propias expectativas, su descubrimiento del inconsciente y su ‘metapsicología’ no podrán ser reabsorbidos nunca por las tecno-ciencias: el cognitivismo, la neurobiología, la ingeniería genética, la psicofarmacología, etc. porque tienen delimitados, rigurosamente, su propio campo de investigación, su propio método de abordaje y su propia coherencia interna.

Lo que sí puede haber es intercambios interdisciplinarios regulados que permitan reformular y poner a punto la teoría, pero siempre sobre la base, no sólo de la mera especulación filosófica o pseudo-filosófica, sino de la verdadera 'matriz' de la experiencia analítica: la experiencia clínica.

Freud habló en principio de una 'envidia del pene' — Penis Neid —, como constituyente originaria de la psicología de la mujer. Años después, complica su tesis y plantea una relación erógena previa (en la misma sujeto infante hembra) con la figura de la madre, en la llamada Fase Pre-Edípica   — fase que luego fue estudiada tan magistralmente por la psicoanalista inglesa Melanie Klein.

El problema es que para la niña superar la relación fusional con la figura materna (y en el niño pasa lo mismo) se hace necesaria la presencia de una instancia tercera, de una Terceridad que rompa la dimensión dual, especular, narcisista y, en última instancia psicotizante si no se supera, de la relación del sujeto infante con la madre como objeto primordial de deseo.

El Falo, como sabemos, no es el pene; es un antiquísimo símbolo de fecundidad que en múltiples culturas, incluidas aquellas de filiación matrilineal y/o matrifocal, ha simbolizado siempre, meta-culturalmente, la fecundidad.

El mito del matriarcado fue eso: un mito creado por Bachofen para intentar explicar la emergencia de cierto androcentrismo a partir de una sociedad supuestamente gobernada por mujeres.

En las mismas sociedades matrilineales  — aunque las mujeres gocen allí de mayor poder y prestigio que los que detentan en el mundo patrilineal —, la función de autoridad en la familia la ejerce un hombre: el tío materno de más edad (no el padre biológico del sujeto). Esto es un dato de la antropología. Claro, la occidentalización invasiva y falocrática de la familia en todo el planeta, ha erosionado significativamente, por transculturación y de-culturación, las estructuras elementales de parentesco de ciertas comunidades tradicionales.

Pues bien, en Freud y en Lacan, como resultado de específicos momentos históricos en la evolución de la sexualidad occidental, se resaltó el papel de la figura paterna como causante, en sus insuficiencias  — por exceso o por defecto —, de una gran parte de los problemas neuróticos y/o psicóticos en los pacientes.

No hay que olvidar los casos de la histeria, la paranoia y la esquizofrenia, que guardan una íntima vinculación histórica con insuficiencias en la función paterna  — tanto en el período victoriano de Freud como en la época de Jacques Lacan —, y que dejaban atados a los sujetos infantes, patológicamente, a la figura de la madre como objeto de los primeros deseos y demandas de amor.

Para constituirse como tal, un sujeto requiere de sucesivas experiencias de separación, de privación, de pérdida de objetos, de desapropiación: sólo así podemos constituirnos en sujetos relativamente autónomos, a través de lo que el psicoanálisis denomina ‘castración’, y/o experiencias de aporte pre-genital a la castración tales como: destete, control de los esfínteres, dominio de la imagen especular, con lo que se acepta la ausencia del Otro que asiste en las primeras demandas o llamados del sujeto… etc, etc.

El falo, como símbolo, no remite necesariamente al pene en el pensamiento de Freud y Lacan. El deslinde psicoanalítico entre ‘falo’ y ‘pene’ pretende superar el biologicismo de la mera diferencia anatómica como destino, como fatalidad, entre el hombre y la mujer.

Los conceptos lacanianos de Nombre-del-Padre, Metáfora Paterna, Función Paterna, etc., etc., no remiten necesariamente al ‘hombre’ en su sentido convencional. Para Lacan, la ‘función materna’ la puede desempeñar eventualmente un hombre, y la ‘función paterna’ puede detentarla una mujer, con toda la problematicidad y consecuencias subjetivas que ello necesariamente comporta.

Esos conceptos “ligados a lo paterno” se crean en función de una realidad clínica muy concreta, no especulativa, en la que se descubren las diplopías o desajustes de la ‘función paterna’ en la génesis de muchos estados neuróticos y psicóticos.

Por ello Lacan diferencia el ‘falo real’ (el pene), el ‘falo imaginario’ (ligado a la Fase de Espejo, en la que el sujeto infante se asume como el complemento (fálico) de su madre, y el ‘falo simbólico’ como referente universal que permite los deslindes de posiciones en la llamada Tabla Lacaniana de la Sexuación.

Si bien en Lacan existe una sobrevaloración teórico-clínica del falo, no podemos negar la gran importancia que ha revestido su conceptualización del mismo para el abordaje de muchos problemas clínico-psiquiátricos y psicoanalíticos que de otro modo no habrían encontrado solución.

Por otra parte, y a modo de breve digresión, es un mito decir que el psicoanálisis ‘pasó de moda’ y que no es eficaz en sus prácticas curativas. Las estadísticas que tengo a mano desmienten radicalmente esa trivial y vieja afirmación, pasada, ella sí, de moda.

Actualmente, además de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa, hasta en China Popular y en Japón existe un repunte del psicoanálisis lacaniano.

Volviendo a nuestro tema, no debemos olvidar que el mismo Lacan define al Falo como una instancia adscrita al régimen de la ‘contingencia’.

Es preciso estudiar-pensar el deslinde lacaniano, de inspiración aristotélica, entre: lo ‘necesario’ (no cesa de escribirse), lo ‘contingente’ (cesa de no escribirse), lo ‘posible’ (cesa de escribirse) y lo ‘imposible’ (no cesa de no escribirse).

Debemos aclarar que sin lo ‘imposible’ no existe la posibilidad de asir la llamada ‘realidad’, pues ésta, como ‘semblante’, se encuentra ligada en la teoría de Lacan al ‘Nudo Borromeo’, que implica el entrelazamiento del trípode real-simbólico-imaginario, por intermedio de la ‘metáfora paterna’ constituyente o de una ‘suplencia’ sinthomática de la misma… Pero sigamos con el tema central que motiva nuestras líneas.

Nada impide históricamente que el Falo, como significante del Deseo, el Goce y el Poder en una cierta tradición occidental falogocéntrica, en su carácter de instancia ‘contingente’ que ‘cesó de no escribirse’ para inscribirse en los estratos y valores de nuestra cultura Occidental, dé paso a una nueva instancia de producción de subjetividad, regulación y corte, promotora del deslinde necesario entre sujeto y objeto en términos constituyentes.

Además, la categoría lacaniana de ‘lalangue’, ‘lalengua’, asociada a lo que Kristeva denomina lo ‘Semiótico’, problematiza bastante la supuesta autarquía del Falo en el pensamiento de Lacan.

Por lo demás, Lacan no niega a la mujer la posibilidad del ‘goce fálico’ (para él esto la haría histérica o psicótica: fuera de discurso), y habla, asimismo, de un ‘goce femenino más allá del falo’, que puede ser asumido por el hombre. En este sentido menciona, en su Seminario XX Encore (Aún), el goce de l@s místic@s.

El problema no es tan simple como pretende la ignorancia de un cierto pseudo-feminismo.

Creemos en la pertinencia de la crítica a que es sometida la categoría lacaniana de Falo por Jacques Derrida, por considerar dicha categoría como exponente del famoso Significado (Significante) Trascendental de la tradición carno-falogo-céntrica occidental, que es preciso deconstruir. Un ‘significante trascendental’ (el falo), participa de la metafísica de la presencia tanto como un significado presuntamente trascendental.

No obstante, no podemos sustituir antojadiza, trivial o caprichosamente dicha categoría por otras que pretendan restablecer ingenuamente cierta ‘equidad de género’ porque, de hacerlo así, sencillamente nos abocaríamos a lo peor: al solipsismo epistemológico y al discurso caprichoso falsamente pluralista de la cotorra impartiendo ‘cátedras’ epidérmicas o simplemente lúdicas, al sustituir el Magister dixit por el Mamá Cotorra dice.

Por tal razón, Deleuze y Derrida, por ejemplo, grandes admiradores-críticos de Lacan, no se conforman con hacer estallar el significante Fálico hipostasiado en el lacanismo, sino que aportan categorías que permiten sostener el problema de la producción de subjetividad.

Por ello, Deleuze-Guattari (y Badiou, siguiendo en esto a Deleuze, aunque Badiou como Zizek son lacanianos), hablan de ‘suspenso de masculinidad’, ‘devenir-mujer’, ‘zona sexual de indiscernibilidad’, ‘desterritorialización’, ‘reterritorialización’, ‘territorialidad de grado cero’, ‘n-sexos’, ‘flujos y cortes de flujo’, ‘pliegue, despliegue y repliegue’, ‘máquinas deseantes’, ‘ síntesis disyuntiva-conjuntiva’, ‘agenciamiento’, ‘rizoma’ etc. movidos por la necesidad de suplir la ausencia del Significante Fálico evacuado del campo de su reflexión filosófica.

Derrida, por su parte, nos habla de ‘corte y sutura’, ‘vendaje’, ‘banda y contra-banda’, ‘justicia indeconstructible’ como lazo disyuntivo (¿otro significado trascendental aunque Derrida lo coloque del lado de lo que denomina cuasi-conceptos?).

El ‘padre’ de la ‘deconstrucción’ elabora esas categorías anteriormente señaladas en una relectura de Freud y de Lacan en la que cuestiona el carácter metafísico que presentan la indivisibilidad lacaniana de la ‘Letra’ y el valor trascendental del ‘Falo’.

Aun así, Derrida busca nuevas estructuras, cuasi-conceptos o instancias que permitan pensar el problema del ‘sujeto’ y dar consistencia al proceso de subjetivación-desubjetivación-resubjetivación, en ausencia del significante fálico.

Julia Kristeva, quien desde el principio cuestionó la supremacía de lo Simbólico asociado a lo Fálico-Androcéntrico-Patriarcal, elaboró desde hace largos años una particular declinación conceptual de la categoría de lo ‘Semiótico’, relacionándola con la ‘Chora platónica’, la ritmicidad, lo materno pre-edípico… y planteando su contradicción heterogénea con lo Simbólico-Fálico.

No obstante, para psicoanalistas y pensadoras como Kristeva, Colette Soler, Elisabeth Roudinesco, etc, el valor clínico y heurístico de la categoría freudo-lacaniana de falo no ha sido agotado históricamente.

Finalmente, por ahora, debemos resaltar que al defender la deconstrucción del paradigma binario masculino-femenino tal como funciona en cierta tradición machista occidental, no estamos dando ninguna vigencia o patente de corso a la des-diferenciación, a la homogeneización, a la neutralidad no-diferencial entre los sexos: diferencias habrá siempre (¡gracias a Dios y/o al Diablo!).

Aquí está el fallo técnico-discursivo de algunas feministas: la carencia de estudio y el dejarse conducir por ‘corazonadas’ supuestamente ‘igualitaristas’. Lo que en ocasiones no está nada mal (kokoro), pero no siempre…

El mismo Jacques Derrida, criticando el carácter asexuado del Dasein (Ser-ahí heideggeriano), nos recuerda que una cosa es ‘sexuación plural’ y otra muy distinta ‘lo sexuado de un modo binario.’

Existe una posibilidad de sexuación diferencial, transbinaria, que prosigue valorando las diferencias. Algo que no es, tampoco, aquello a lo que Hélen Cixous denomina “la otra bisexualidad.”

En esa dirección problemática de lo amoroso-erótico-coreográfico se inscribe mi categoría de “lo ‘femenino’ neutro”, diferencial y transbinario.

Ello no implica, necesariamente, que las diferencias devengan en jerarquías opresivas.





© Armando Almánzar Botello
Santo Domingo, República Dominicana.