martes, 21 de diciembre de 2010

POLACO Y LA QUINTA

Carta abierta al escritor y amigo 
Efraim Castillo


                                            
Por Armando Almánzar Botello



"Hijo de sus acontecimientos y no de sus obras, 
porque la obra sólo se produce sobre 
el hilo del acontecimiento". Gilles Deleuze



En verdad, apreciado amigo, he vivido cosas muy interesantes en "la seda de la senda" sencilla y no obstante misteriosa que me señala su intempestiva y simpática escritura epistolar, en la que me habla sobre la relación semiótica de recambio entre la música clásica de elite y los ritmos y melodías populares.

¿Podríamos, por otra parte, revitalizar ahora dicho género literario, la carta, el mismo que languidece en los tiempos virtuales de "la lettre volée" por culpa del hueco y presumido frenesí del mundo cibernético?

Muchas de las experiencias musicales a que me refiero, acontecidas en República Dominicana o en el extranjero, son relativamente recientes —por ejemplo, mi visita al mítico Club de Jazz Blue Note, en el Greenwich Village de Nueva York, a escuchar a Ravi Coltrane y a Jack DeJohnette, en programa especial—; otras no lo son tanto —como esas inolvidables "caídas" con mi gran amigo el poeta Antonio Fernández Spencer, en la terraza del son, en La Vieja Habana, de Villa Mella—, pero siempre las he vivido todas a plenitud, hasta la médula misma de su enigmática evidencia.

Sin jactancia le puedo decir, querido Comander, que he transitado minuciosamente por los arduos laberintos musicales de "Una" vida... Incluido el oscuro registro del dolor y sus pánicos acordes... ¡Pero en fin, esa es otra historia!

Una de las vivencias más relevantes de mi existencia, a la que puedo conferir el estatuto de genuino acontecimiento estético/antropológico —y hasta metafísico—, ocurrió hace muchos, muchos años en mi pueblo natal, Higüey.

Un intérprete musical y muy conocido personaje de pueblo, simplemente llamado Polaco, quien además tenía la curiosa función diurna de subir y bajar la bandera dominicana en la Maternidad de la Avenida Libertad, en la ciudad higüeyana, dirigía, en la primera mitad de los años sesenta (justo después de la muerte de Trujillo), un Sexteto en el que nuestro hombre tocaba, siempre sudoroso y chispeante, ese mágico "guitarrón" que los adultos llaman contrabajo de cuerdas. Mis ojos de niño se extasiaban escuchando y viendo a Polaco interpretar un instrumento que siempre resultó más llamativo, para mí, que los violines, las violas y los violonchelos...

La agrupación musical de Polaco fue denominada por él: "Sexteto Musical Polaco y sus Colegas".

Mi padre, hombre de ideas marxistas y pensamiento mestizo, durante los pocos años que permanecimos en Higüey invitaba en ocasiones a Polaco hombre típico del sector popular y muy inteligente—, a escuchar música de los grandes maestros en nuestra consola tocadiscos Telefunken de tres bocinas. En el repertorio se encontraban, entre otros grandes músicos: Bach, Vivaldi, Haydn, Mozart, Schumann, Schubert, Debussy, Ravel, Stravinski (de este último no olvido, en particular, su Consagración de la Primavera, por la inquietante y vigorosa impresión que me producía desde niño la magnífica obra del ruso en versión dirigida por la batuta vanguardista del maestro Pierre Monteux, y por la carátula del disco, en la que se podía disfrutar una reproducción de La encantadora de serpientes, cuadro excelente del gran pintor ingenuista francés Henri Rousseau). 

Como resulta razonable suponer, en la selección musical de mi padre se encontraba el gran Beethoven —el de los Cuartetos, Sonatas y Sinfonías—, particularmente, el de la famosa Quinta Sinfonía, interpretada por varias orquestas de prestigio internacional.

Tanto le gustaba a Polaco la sinfonía de marras del gran genio alemán, que una tarde, en mi casa, después de escuchar varias veces el allegro del primer movimiento de la famosa composición, decidió hacer un "arreglo" de éste para su Sexteto popular. Al finalizar la audición, mi padre, sonriendo discretamente y muy conmovido, despidió a Polaco en la puerta de nuestra casa deseándole los mejores logros en su interesante proyecto musical...

Pasaron los días, las semanas y los meses, con la mágica y transparente fluencia del tiempo propia de la música secreta de la infancia... El colegio, el misterio y los libros de cuentos, los amigos y los juegos en los días de sol, los padres, los hermanos y la lluvia, los deberes escolares por las tardes, Polaco, pensativo, subiendo y bajando la Bandera Nacional en el viejo mástil situado frente al edificio de la Maternidad... la lluvia nuevamente, el vuelo de los pájaros, las noches pobladas de letras y fantasmas... ¡Y por fin, llegó el día!

El "gran estreno" de la obra Beethoven/Polaco        —al que por cierto, no pudo asistir mi padre por impostergables compromisos familiares—, se produjo un Día de Reyes, en el llamado Barrio de Martha, una insigne meretriz retirada que había hecho fortuna con el discreto ejercicio de su antiguo oficio y que poseía, en las "afueras del pueblo", decenas de pequeñas "casas de cita", construidas con madera de clavó, y con sus pequeñas galerías graciosamente pintadas de rosado y verde.

Como asistente de las operaciones de Doña Martha se encontraba siempre su hijo mayor apodado "Paterra", un muchachote de unos veinte años que también manejaba un "tubo" (pequeña guagua o autobús público) que viajaba regularmente desde Higüey a Miches, Hato Mayor y otras comunidades aledañas.

Para esa época lejana, quien escribe apenas contaba con 7 u 8 años de edad, pero Paterra se hizo mi amigo incondicional por yo haberle prestado en una ocasión algunos "paquitos-historietas" de Superman, Chanoc y Tarzán de los Monos, personajes de "comics" que ambos admirábamos mucho. Paterra me avisó de la fiesta, que se iniciaba a las 6 de la tarde con el "esperado" arreglo musical de Polaco, y yo me escapé sigilosamente de mi hogar sin permiso de mis padres...

Llegado el momento "crucial" del estreno, después de las palabras de bienvenida de Doña Martha, Polaco —ahora lo digo: un pintoresco y ceremonioso personaje bigotudo, de origen cocolo, que bordeaba los cuarenta o cuarenta y cinco años de edad—, dijo de modo ritual y un tanto presumido: "¡Atención! ¡UN-DOS-TRES!", y comenzó a sonar la Quinta de Beethoven/Polaco.

Una extraña trompetita triste —que pretendía hacer de flaqueza virtud y carácter—, con su parodia del ¡¡para-pa-páaan!! beethoveniano, inició el delirio musical. Los invitados se miraban, llenos sus ojos de discreto escepticismo y profundo gozo contenido.

La trompeta fue acompañada, casi de inmediato, por un atildado acordeón que intentaba crear un fondo de misterio, mientras el brioso contrabajo de Polaco pretendía desempeñar el papel de eje armónico-rítmico. Acto seguido entraron el güiro, la tambora y el saxofón, intentando dar cuerpo a lo que para mis oídos infantiles sonó a pura barbarie, a misterioso ritmo sacrílego, a rito pagano y transgresivo de profunda iniciación.

Sin yo saberlo, me estaba introduciendo, de modo irrevocable, en un nuevo orden existencial y estético, en el que también ocuparían un lugar preponderante, no sólo los grandes clásicos y la música de Stravinski, sino el jazz, el merengue, la salsa y los congos; la bossa nova, la bachata y la música concreta; la poesía de José Lezama Lima, César Vallejo, Aimé Césaire, Haroldo y Augusto de Campos, Derek Walkott, Nicolás Guillén, Tomás Hernández Franco, Pedro Mir, Manuel del Cabral y Alexis Gómez Rosa; la narrativa de Hermann Hesse, Henry Miller, Roberto Arlt, Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo, Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Juan Bosch, Jacques Roumain, Rafael Damirón, Marcio Veloz Maggiolo, Pedro Vergés, Junot Díaz, Gabriel García Márquez...

Aquello fue para mí de "puta madre". Una experiencia verdaderamente delirante esta fusión de la casi irreconocible melodía de Beethoven con el sudor de los músicos y el bullicio maravilloso del divino populacho fosforecente que atiborraba el pequeño local de Martha, ahora multicolor por efecto de las luces rojizas, verdes, azuladas y amarillas creadas por los diversos papeles de celofán que recubrían las bombillas. Todo era música, algarabía, sensualidad, ritmo que enlazaba el cuerpo y las estrellas, entrevisión de otro mundo posible: genuino sentir popular. Finalmente, como efecto del calor, la novedad de la experiencia y el impacto de la música sobre mis nervios infantiles, me desmayé.

Hubo que sacar "al pequeño hijo del Doctor Almánzar" a respirar aire fresco al patio de la casa. Al tomar las primeras bocanadas de benéfico y milagroso oxígeno, mis ojos se encontraron con la dulce mirada comprensiva y un poco atemorizada de una de mis primeras "noviecitas" de la infancia, la bella Damaris, hija de una señora muy noble y cristiana afectada por el bíblico Bacilo de Hansen —como lo fueron varios miembros de mi propia familia, entre ellos, Rafael Deligne Figueroa, hermano del poeta Gastón Fernando Deligne, y otros parientes más próximos—, mujer que a la sazón era vecina del hoy reconocido periodista Bienvenido Álvarez Vega (Bienve, de más edad que yo) y su inolvidable y cariñosa madre, Doña Lilina.

Damaris, al enterarse por Mongo, Danilo, Tutico, Macusa y otros amiguitos comunes, de que yo me había dirigido a la fiesta de Polaco y Martha, también se escapó de su casa, subrepticiamente, para seguirme con inocencia los pasos...

Muchos años después -y ya casado en segundas nupcias-, frente al "pelotón de fusilamiento" del jurado reunido en una fiesta familiar celebrada en el Tupinamba de San Juan de la Maguana, tuve el mítico placer de ganar un concurso de baile deslizando mis pasos al ritmo de una salsa que jugueteaba con las primeras notas de la Quinta Sinfonía de Beethoven. Seleccionados entre un conjunto de diez parejas, mi hermosa compañera y yo fuimos declarados ganadores, por unanimidad de votos...

Ahora, Comander, para cerrar esta breve crónica, una cita, a propósito de ciertos usos muy libres del concepto lacaniano de forclusion (Verwerfung, en alemán), rechazo, condenación, repudio, en español:

"Lo posible es lo que "cesa de escribirse": suspensión de la compulsión de repetición padecida, reescritura-curación del síntoma en su significación de síntoma-sufrido, para dar paso al sinthome sostenido como nudo borromeo y acto de creación.

El sínthoma, entonces, en su particular modalidad de invención, suple a la forclusión del Nombre-del-Padre, en un proceso que no-cesa-de escribirse..."






Armando Almánzar Botello
21 de Diciembre de 2010
Santo Domingo, República Dominicana

sábado, 11 de diciembre de 2010

¿Hay sueño en la vigilia y/o vigilia en el sueño?

Breve dramaturgia de la escritura


Por Armando Almánzar Botello



A Fredesvinda Báez, esa mujer que me sigue soñando…

“La oposición del sueño y la vigilia, ¿no es también una representación de la metafísica? Y ¿qué debe ser el sueño, qué debe ser la escritura si, como ahora sabemos, se puede soñar escribiendo? ¿Y si la escena del sueño siempre es una escena de escritura?”. Jacques Derrida.



En el sueño – ¿estado profundo y archioriginario de la “lecto-escritura”? –, la consciencia prerreflexiva puede distanciarse parcialmente de las imágenes en un modo que Sartre llamaba no tético, no posicional.

Podemos decir, inmersos en el proceso onírico: “esto es un sueño, ojalá no llegue, o llegue (depende de los deseos del sujeto-“lector” y del carácter del sueño) el momento del despertar”; pero el sujeto soñante no podría nunca decirse: “cuando yo despierte, ¿seguiré siendo la misma persona que supongo ahora que soy?, ¿estaré acostado, reclinado leyendo, o me descubriré despierto y activo en otro guión o accionar mundano muy diferente al que me ocupa en este sueño?”

Si el sujeto/lector/soñante se plantea así el problema -modo este último correspondiente al de una consciencia reflexiva, tética, posicional-, es porque ya está despierto.

¿Estamos ahora dormidos o despiertos?... ¿Me sigues, lector-soñante?

La seguridad de la vigilia nunca es un estado definitivamente alcanzado por nosotros. No podemos demostrar matemáticamente que estamos despiertos, no existe certeza apodíctica de la vigilia; a pesar de la presunta intuición autoconvalidante de Descartes, que dependía, en realidad, de la existencia presupuesta de un Dios-Autor que no mintiera.

De hecho, sólo podemos proseguir -en un proceso de ensayo y error-, con la validación/falsación fenomenológica de la presunción de vigilia, sosteniendo sobre la marcha la hipótesis de que estamos despiertos... Hasta prueba en contrario... ¿Me sigues, amable lector?...

Como diría Wittgenstein, denominamos entonces vigilia al estado del ser en que nos planteamos este tipo de problema filosófico y/o est/ético.

Nunca, cuando me considero dormido, mi yo se ha planteado así esta contrariedad lógica, por más que me distancie de las imágenes que se me ofrecen en algunos sueños.

Siempre, al formular el impasse, me descubro "casualmente" haciendo lazo social con otro(s) sujeto(s), cuyo espesor existencial
-en ocasiones virtual o espectral-, me hace resistencia, en mayor o menor grado.

En ningún sueño, por más que nos distanciemos de la sucesión aparente de imágenes oníricas 
-en el llamado modo no posional-, podríamos efectuar este tipo de cadena razonante.

Inasible lector, observa el hecho de que siempre, en aquello que nos acontece y que marcamos en el recuerdo con los índices de "vivencia en la realidad despierta", es que nos hemos planteado este tipo de problemas sobre el dormir y la vigilia, con todos sus meandros y matices conceptuales...

A no ser que ahora soñemos sin ninguna coherencia, y creamos, sin embargo, razonar con ideas claras y distintas… No obstante, yo juego a que ahora estamos plenamente despiertos… y escribo…

¿Radica, talvez, en este insignificante detalle, la diferencia profunda entre sueño y vigilia… entre poesía y prosa?...

Se ha dicho: soñar es una experiencia más radical que la locura misma. El cogito queda más profundamente alterado en el soñar que en la alucinación. Por eso, yo supongo que ahora estoy despierto y no soñando…pero escribo...

Las imágenes del sueño son el dar-a-ver originario de un Ello impersonal que simplemente "muestra", para una pura mirada mental flotante que resulta ser la del sujeto que sueña. Alguien, cuyo nombre es Jacques Lacan, dijo algo parecido a esto en un remoto día de lluvia que se pierde en la memoria...

Cuando Chuang Tzu soñó que era mariposa, no fue en su condición de mariposa que se planteó el problema de si estaba despierto o dormido, sino en su carácter de Chuang Tzu. Se suponía sujeto humano despierto prisionero de la duda, pero no recordaba en absoluto que cuando batía sus alas como mariposa hubiese reflexionado sobre este dilema.

Por dicho motivo, podemos conjeturar que quien soñó fue el filósofo y no la mariposa. Satisface nuestra vanidad comprobar que él también lo razonó de este modo…

En el sueño de Chuang Tzu, su mirada misma era la mariposa... El soñante mira, pero no ve, como dijo Jacques Lacan en Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. El ver es un “mirarse mirando”, y esto sólo lo puede hacer la consciencia reflexiva de la vigilia, en la cual, aquella función atópica de la mirada 
–luz, mancha, hendidura, objeto pulsátil en la sombra y estructural desposeimiento–, queda parcialmente elidida.

Ergo: es muy probable que ahora, a pesar del estado hipnoide que pueda inducir en nosotros la Internet o el libro, tú y yo, querido lector, estemos resplandecientemente despiertos.... en la lecto-escritura...

Aunque algo extrañamente familiar me inquieta: una bella rapsoda me recordó una noche, que "el sueño es una vigilia más alta".... No obstante, ahora evoco el hecho de que la hermosa mujer pronunció esta frase cuando se consideraba sutil y completamente despierta: ella misma me lo confirmó en el acto....

Quién sabe, amigo lector, si ahora te encuentras prisionero de Otro que se oculta en ti mismo, y sueñas que lees, por medio de artilugios más extraños que el caparazón de las tortugas, que la hoja de papel, la pantalla del computador o los perseverantes libros, estas "lúcidas" líneas que alguien, desconocido para ti, escribe pacientemente.

-No llamaré "torpe” a esa escritura, con la falsa modestia de Borges-.



© Armando Almánzar Botello
10 de Diciembre de 2010
Santo Domingo, República Dominicana.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

LO REAL COMO EXCESO ES EL VACÍO

Notas sobre el amor, el goce y lo imposible


¡Oh, amor, el atardecer siempre te mira nimbado de lejanía... ¡y sin embargo..."

                                                                             

Por Armando Almánzar Botello


A la gran psicoanalista lacaniana Colette Soler,
inspiradora inmediata de estos tímidos apuntes.


Hay dos disyunciones entre el amor y el goce: una es estructural, inevitable (amar no es gozar del Otro: eso es imposible. Más bien sería soportar la prueba de fuego del eventual goce maligno del compañero erótico... Sólo en los primeros tiempos de la pasión creemos recubrir esa diferencia, el corte, la hiancia insalvable que existe, inevitablemente, entre lo sexual y lo amoroso... pero una esquizia persiste).

La otra disyunción entre amor y goce es un redoblamiento sintomático, neurótico-perverso, de la imposibilidad de sostener juntos, indefinidamente, la pasión sexual y el amor. Entonces, se reparten el amor y el sexo entre dos o más partenaires: La Doña o La Señora, por un lado (el afecto), y La(s) Querida(s), por el otro (el goce).

La primera disyunción es una "degradación" estructural de la vida psíquica: el erotismo turbulento, apasionado, no puede ser eterno en la vida conyugal, la rutina cansa y/o el exceso agota... Y, además, "no hay relación sexual"... Aunque gocemos del cuerpo del Otro, no garantizamos con ello el amor.... El amor como sínthoma es tan sólo una suplencia...

La otra disyunción, como ya señalamos, es neurótico-perversa y corresponde a lo que Freud llamó "la degradación de la vida sexual en el hombre moderno": si ama no desea y si desea no ama. Necesita dos partenaires para encarnar la disyunción, sin realizar el esfuerzo de vivir la dicotomía en una sola mujer (por ejemplo) constituida en semblante del objeto metonímico "a".

La solución real al impasse es... recordar a papá... ¡o inventárselo!... El padre trata de reunir ambas vertientes -amor y goce- en una sola compañera, fracase o no en el intento. "Papá" se esfuerza por tomar a "una mujer" como sinthome. En ese sentido, Lacan lo considera una figura modélica, con valor estructurante, que nos permite escapar a la esquizofrenización implícita en el síntoma autista: ¡mamar en soledad espectacular la letra!...

-Recibí hoy, por intermediación de un apreciado amigo, estos graciosos (cínicos) consejos:

CINCO REGLAS PARA SER FELIZ.

1. Es importante tener una mujer que trabaje, y que además comparta con Uno las tareas del hogar.

2. Es importante tener una mujer que te haga reír.

3. Es importante tener una mujer en la que confíes y que no te mienta. (El partenaire que no miente, ¡Jo!  ¡Ni la computadora!).

4. Es importante tener una mujer que sea buena en la cama y que disfrute como tú del sexo; que le guste estar contigo.

5. Es muy, muy, muy, muy importante que esas cuatro mujeres no se conozcan"
    
    Anónimo.

-Reflexión humorística, psicoanalítica y filosófica sobre las reglas "anónimas"para ser feliz.

Evidentemente, nos encontramos aquí en presencia del llamado narcisismo cínico. (Colette Soler). La mujer "se tiene". Objeto de apropiación.

Degradación neurótico-perversa de la vida amorosa. Síntoma padecido. No sinthome borromeo; ese que hace lazo con un partenaire humano.

Cuando en su turno, cada una de las cuatro amantes le diga al hombre polígamo: -¡Escucha mi amor, háblame de tu padre!, ¿vive aún?... ¿cómo está de salud?- el polígamo debe responderle: -¿A cuál de mis cuatro padres te refieres, cariño?...

¿Se puede vivir, tratando de integrar la corriente del afecto y la sexualidad en un(a) mismo(a) compañero(a), sin Padre o sin suplencia de la figura paterna, sin alguna père-version (juego lacaniano de palabras entre perversión y versión del Nombre-del-Padre) o invención sinthomática de la función paterna?

¿Se puede vivir sin límite tético, simbólico, contractual: sin contrato social ni "mensaje gramatical sintáctico" -instancias connotadas por el mismo Hegel, como "funciones paternas"?

La ritmicidad semiótica (des)encadenada, connotada como "maternal" por Platón y Julia Kristeva, ¿puede existir sin la Ley de lo Simbólico -connotada como "paternal" por la filósofa y psicoanalista búlgara, por Hegel, Wittgenstein, Kojève y Lacan?

¿Podemos vivir en la bulimia del goce permanente, sin renunciar a los múltiples objetos de apropiación que ofrece el Mercado?

¡No se puede superar el impasse entre amor y goce! ¡No hay relación-reaporte sexual! ¡Jamás los habrá! Sólo estaremos "completos cuando estemos muertos"...¡Jo! Por lo menos, "papá-versión” hizo el intento, "en vida", de integrar ambas vertientes -amor y goce-, en una sola persona: ¿en mamá?... Si no logró lo que se propuso, peor para nosotros... Inventemos, pues, nuestra "propia" suplencia... Si ya no es demasiado tarde... ¡Jo!

El amor es el sínthoma que "no cesa de escribirse", posibilitado por "papá-versión”, al no existir la relación sexual como reaporte complementarista... pues esa relación con el Otro "no cesa de no escribirse". ¿Trágico o cómico?... Esa es la diseminación estructural de lo (in)humano, aunque seamos cyborgs y vivamos la dimensión coreográfica de la sexualidad más allá del binarismo.... ¡Oh Heidegger, ingenuo! ¡Qué grande sigue siendo Nietzsche!

-Otro amigo dominicano, del grupo intelectual de los cinco gatos lacanianos, me pregunta:

¿Qué es para ti lo imposible? ¿Aquello que no cesa de darse o aquello que no cesa de no darse? ¿Lo imposible se da o no se da?

Le digo al amigo:

La respuesta depende del contexto teórico que utilicemos como referencia.

En el campo conceptual de Jacques Lacan, lo imposible es "lo que no cesa de no escribirse". Es decir, lo imposible es lo Real, en tanto que escapa, resiste y excede a la simbolización, al matema y a la función lógica como escrituras.

Por ello, Lacan afirma que “la naturaleza” no es lo real-imposible como resto, pues ella es lo calculable por la ciencia. Lo real como exceso es el vacío que impide el cierre de la simbolización. En ese sentido, lo real-imposible difiere de la realidad, que sí se escribe y participa de lo simbólico y lo imaginario. Lacan considera que la relación-complementación sexual no existe, es imposible. Esa imposibilidad promueve el amor como sínthoma. Eso no quiere decir que no haya copulación. La hay. Pero disyunta. ¡Jo!...

Para Jacques Derrida, siguiendo a Marcel Mauss, a Lacan y a Heidegger, el Don es lo que "no-cesa de darse", pero sin retorno, sin la circularidad del comercio, sin aspirar al pago de la deuda.

El don no cesa de darse, pero no debe saber que se da. Por ello Derrida lo piensa también como lo imposible: un don que es puro olvido de sí, ceniza, restancia diseminal... Un don que no endeuda porque no conserva la memoria de su exceso.

En este sentido, se tiende asintóticamente a la justicia como don, pero ella es de hecho lo inalcanzable por excelencia: pura línea de fuga con la que debemos medir nuestros pequeños "dones" prisioneros en la estructura circular -"odiseica", dice Derrida-, del comercio, el cálculo de conveniencia, la "filantropía" con usura, la competencia descarnada y la simple juridicidad formal.

Lo simbólico, dado el hecho de que hace vínculo y/o lazo social, es circular por necesidad: debe escribirse; se escribe. El amor, se escribe, pero tiende a lo imposible…"amor constante más allá de la muerte", dijo el poeta Quevedo. Pasó de moda... ¿Pasó de moda, practicantes de la ética del célibe, cínicos competitivos, insulsos autistas de lalangue?... ¡No todos somos James Joyce!...

El amor, que nace del encuentro contingente y su “cesa de no escribirse”, aspira a lo necesario por su intrínseca vocación de permanencia: “no cesa de escribirse", en eso que Lacan denomina la carta de
a(l)mor. Su dimensión trágica consiste en que se produce sobre un fondo que "no cesa de no escribirse": lo real de la muerte, como lo que viene a destruir todos los juegos del yo (moi) imaginario y su retórica falsa
de simulada y frívola "esquizia".

Es necesario promover aquí un impersonal: “no Se cesa y no Se acaba de morir” (Blanchot), hasta que el yo (moi) muere de hecho, sí, pero cediendo su lugar a las singularidades nómadas, pre-individuales e impersonales, que son “la vida la muerte”, y que atraviesan al individuo entendido como integridad molar temerosa de su propia disolución, de su oportunista y encanallado prestigio yoico. (Lacan, Deleuze).

Lo contingente: "cesa de no-escribirse". Por eso, Lacan considera que el amor se inicia como "el encuentro fortuito de dos huellas en el exilio"...

Lo posible es lo que "cesa de escribirse": suspensión de la compulsión de repetición padecida, reescritura-curación del síntoma en su significación de síntoma-sufrido, para dar paso al sinthome sostenido como nudo borromeo y acto de creación.

El sínthoma, entonces, en su particular modalidad de invención, suple a la forclusión del Nombre-del-Padre, en un proceso que no-cesa-de escribirse...

El inteligente amigo (se trata de un diálogo que sostenemos jóvenes novatos interesados en el psicoanálisis “filosófico"; ¡perdón por mi nueva juventud intelectual!), me argumenta:

En esta breve conceptualización tuya de lo imposible, echo en falta un autor fundamental que apenas citas y que se ocupó también del tema de lo imposible: Georges Bataille.

Le respondo:

Sí, querido amigo, los conceptos de "exceso" y de "imposible" en Lacan, tienen, indudablemente, sin analizar el núcleo aristotélico de esta última categoría, una fuente insoslayable de inspiración en Bataille —Lacan hasta se casó con la viuda de Bataille... ¡JaJaJa!—, pero lo que te expreso sobre lo imposible es un deslinde que espero sepas aprovechar... para una más justa evaluación de cierta escritura ideológica que pretende hacerse dominante aquí en los predios locales... Político-culturalmente hablando: ¿qué es hoy "lo imposible" en República Dominicana?

Jacques Lacan, indudablemente, aprendió y confirmó muchas cosas importantes en su relación dialógica con los textos de Georges Bataille, pero, “al articular los nexos entre la clínica, el deseo, el amor, el inconsciente, el goce y la pulsión”, logró unos niveles de formalización que nuestro admirado y gran pensador-artista, autor de “Historia del ojo”, “Lo imposible”, “Mi madre”, “Madame Edwarda”, “El ojo pineal”, “El ano solar”, “La parte maldita”...etc, no se propuso alcanzar en su lúcida, extraordinaria práctica de la escritura…


Continuará…


 © Armando Almánzar Botello
8 de diciembre de 2010
Santo Domingo. República Dominicana.