¡Oh, amor, el atardecer siempre te mira nimbado de lejanía... ¡y sin embargo..."
Por Armando Almánzar Botello
A la gran psicoanalista lacaniana Colette Soler,
inspiradora inmediata de estos tímidos apuntes.
Hay dos disyunciones entre el amor y el goce: una es estructural, inevitable (amar no es gozar del Otro: eso es imposible. Más bien sería soportar la prueba de fuego del eventual goce maligno del compañero erótico... Sólo en los primeros tiempos de la pasión creemos recubrir esa diferencia, el corte, la hiancia insalvable que existe, inevitablemente, entre lo sexual y lo amoroso... pero una esquizia persiste).
La otra disyunción entre amor y goce es un redoblamiento sintomático, neurótico-perverso, de la imposibilidad de sostener juntos, indefinidamente, la pasión sexual y el amor. Entonces, se reparten el amor y el sexo entre dos o más partenaires: La Doña o La Señora, por un lado (el afecto), y La(s) Querida(s), por el otro (el goce).
La primera disyunción es una "degradación" estructural de la vida psíquica: el erotismo turbulento, apasionado, no puede ser eterno en la vida conyugal, la rutina cansa y/o el exceso agota... Y, además, "no hay relación sexual"... Aunque gocemos del cuerpo del Otro, no garantizamos con ello el amor.... El amor como sínthoma es tan sólo una suplencia...
La otra disyunción, como ya señalamos, es neurótico-perversa y corresponde a lo que Freud llamó "la degradación de la vida sexual en el hombre moderno": si ama no desea y si desea no ama. Necesita dos partenaires para encarnar la disyunción, sin realizar el esfuerzo de vivir la dicotomía en una sola mujer (por ejemplo) constituida en semblante del objeto metonímico "a".
La solución real al impasse es... recordar a papá... ¡o inventárselo!... El padre trata de reunir ambas vertientes -amor y goce- en una sola compañera, fracase o no en el intento. "Papá" se esfuerza por tomar a "una mujer" como sinthome. En ese sentido, Lacan lo considera una figura modélica, con valor estructurante, que nos permite escapar a la esquizofrenización implícita en el síntoma autista: ¡mamar en soledad espectacular la letra!...
-Recibí hoy, por intermediación de un apreciado amigo, estos graciosos (cínicos) consejos:
CINCO REGLAS PARA SER FELIZ.
1. Es importante tener una mujer que trabaje, y que además comparta con Uno las tareas del hogar.
2. Es importante tener una mujer que te haga reír.
3. Es importante tener una mujer en la que confíes y que no te mienta. (El partenaire que no miente, ¡Jo! ¡Ni la computadora!).
4. Es importante tener una mujer que sea buena en la cama y que disfrute como tú del sexo; que le guste estar contigo.
5. Es muy, muy, muy, muy importante que esas cuatro mujeres no se conozcan"
Anónimo.
-Reflexión humorística, psicoanalítica y filosófica sobre las reglas "anónimas"para ser feliz.
Evidentemente, nos encontramos aquí en presencia del llamado narcisismo cínico. (Colette Soler). La mujer "se tiene". Objeto de apropiación.
Degradación neurótico-perversa de la vida amorosa. Síntoma padecido. No sinthome borromeo; ese que hace lazo con un partenaire humano.
Cuando en su turno, cada una de las cuatro amantes le diga al hombre polígamo: -¡Escucha mi amor, háblame de tu padre!, ¿vive aún?... ¿cómo está de salud?- el polígamo debe responderle: -¿A cuál de mis cuatro padres te refieres, cariño?...
¿Se puede vivir, tratando de integrar la corriente del afecto y la sexualidad en un(a) mismo(a) compañero(a), sin Padre o sin suplencia de la figura paterna, sin alguna père-version (juego lacaniano de palabras entre perversión y versión del Nombre-del-Padre) o invención sinthomática de la función paterna?
¿Se puede vivir sin límite tético, simbólico, contractual: sin contrato social ni "mensaje gramatical sintáctico" -instancias connotadas por el mismo Hegel, como "funciones paternas"?
La ritmicidad semiótica (des)encadenada, connotada como "maternal" por Platón y Julia Kristeva, ¿puede existir sin la Ley de lo Simbólico -connotada como "paternal" por la filósofa y psicoanalista búlgara, por Hegel, Wittgenstein, Kojève y Lacan?
¿Podemos vivir en la bulimia del goce permanente, sin renunciar a los múltiples objetos de apropiación que ofrece el Mercado?
¡No se puede superar el impasse entre amor y goce! ¡No hay relación-reaporte sexual! ¡Jamás los habrá! Sólo estaremos "completos cuando estemos muertos"...¡Jo! Por lo menos, "papá-versión” hizo el intento, "en vida", de integrar ambas vertientes -amor y goce-, en una sola persona: ¿en mamá?... Si no logró lo que se propuso, peor para nosotros... Inventemos, pues, nuestra "propia" suplencia... Si ya no es demasiado tarde... ¡Jo!
El amor es el sínthoma que "no cesa de escribirse", posibilitado por "papá-versión”, al no existir la relación sexual como reaporte complementarista... pues esa relación con el Otro "no cesa de no escribirse". ¿Trágico o cómico?... Esa es la diseminación estructural de lo (in)humano, aunque seamos cyborgs y vivamos la dimensión coreográfica de la sexualidad más allá del binarismo.... ¡Oh Heidegger, ingenuo! ¡Qué grande sigue siendo Nietzsche!
-Otro amigo dominicano, del grupo intelectual de los cinco gatos lacanianos, me pregunta:
¿Qué es para ti lo imposible? ¿Aquello que no cesa de darse o aquello que no cesa de no darse? ¿Lo imposible se da o no se da?
Le digo al amigo:
La respuesta depende del contexto teórico que utilicemos como referencia.
En el campo conceptual de Jacques Lacan, lo imposible es "lo que no cesa de no escribirse". Es decir, lo imposible es lo Real, en tanto que escapa, resiste y excede a la simbolización, al matema y a la función lógica como escrituras.
Por ello, Lacan afirma que “la naturaleza” no es lo real-imposible como resto, pues ella es lo calculable por la ciencia. Lo real como exceso es el vacío que impide el cierre de la simbolización. En ese sentido, lo real-imposible difiere de la realidad, que sí se escribe y participa de lo simbólico y lo imaginario. Lacan considera que la relación-complementación sexual no existe, es imposible. Esa imposibilidad promueve el amor como sínthoma. Eso no quiere decir que no haya copulación. La hay. Pero disyunta. ¡Jo!...
Para Jacques Derrida, siguiendo a Marcel Mauss, a Lacan y a Heidegger, el Don es lo que "no-cesa de darse", pero sin retorno, sin la circularidad del comercio, sin aspirar al pago de la deuda.
El don no cesa de darse, pero no debe saber que se da. Por ello Derrida lo piensa también como lo imposible: un don que es puro olvido de sí, ceniza, restancia diseminal... Un don que no endeuda porque no conserva la memoria de su exceso.
En este sentido, se tiende asintóticamente a la justicia como don, pero ella es de hecho lo inalcanzable por excelencia: pura línea de fuga con la que debemos medir nuestros pequeños "dones" prisioneros en la estructura circular -"odiseica", dice Derrida-, del comercio, el cálculo de conveniencia, la "filantropía" con usura, la competencia descarnada y la simple juridicidad formal.
Lo simbólico, dado el hecho de que hace vínculo y/o lazo social, es circular por necesidad: debe escribirse; se escribe. El amor, se escribe, pero tiende a lo imposible…"amor constante más allá de la muerte", dijo el poeta Quevedo. Pasó de moda... ¿Pasó de moda, practicantes de la ética del célibe, cínicos competitivos, insulsos autistas de lalangue?... ¡No todos somos James Joyce!...
El amor, que nace del encuentro contingente y su “cesa de no escribirse”, aspira a lo necesario por su intrínseca vocación de permanencia: “no cesa de escribirse", en eso que Lacan denomina la carta de
a(l)mor. Su dimensión trágica consiste en que se produce sobre un fondo que "no cesa de no escribirse": lo real de la muerte, como lo que viene a destruir todos los juegos del yo (moi) imaginario y su retórica falsa
de simulada y frívola "esquizia".
Es necesario promover aquí un impersonal: “no Se cesa y no Se acaba de morir” (Blanchot), hasta que el yo (moi) muere de hecho, sí, pero cediendo su lugar a las singularidades nómadas, pre-individuales e impersonales, que son “la vida la muerte”, y que atraviesan al individuo entendido como integridad molar temerosa de su propia disolución, de su oportunista y encanallado prestigio yoico. (Lacan, Deleuze).
Lo contingente: "cesa de no-escribirse". Por eso, Lacan considera que el amor se inicia como "el encuentro fortuito de dos huellas en el exilio"...
Lo posible es lo que "cesa de escribirse": suspensión de la compulsión de repetición padecida, reescritura-curación del síntoma en su significación de síntoma-sufrido, para dar paso al sinthome sostenido como nudo borromeo y acto de creación.
El sínthoma, entonces, en su particular modalidad de invención, suple a la forclusión del Nombre-del-Padre, en un proceso que no-cesa-de escribirse...
El inteligente amigo (se trata de un diálogo que sostenemos jóvenes novatos interesados en el psicoanálisis “filosófico"; ¡perdón por mi nueva juventud intelectual!), me argumenta:
En esta breve conceptualización tuya de lo imposible, echo en falta un autor fundamental que apenas citas y que se ocupó también del tema de lo imposible: Georges Bataille.
Le respondo:
Sí, querido amigo, los conceptos de "exceso" y de "imposible" en Lacan, tienen, indudablemente, sin analizar el núcleo aristotélico de esta última categoría, una fuente insoslayable de inspiración en Bataille —Lacan hasta se casó con la viuda de Bataille... ¡JaJaJa!—, pero lo que te expreso sobre lo imposible es un deslinde que espero sepas aprovechar... para una más justa evaluación de cierta escritura ideológica que pretende hacerse dominante aquí en los predios locales... Político-culturalmente hablando: ¿qué es hoy "lo imposible" en República Dominicana?
Jacques Lacan, indudablemente, aprendió y confirmó muchas cosas importantes en su relación dialógica con los textos de Georges Bataille, pero, “al articular los nexos entre la clínica, el deseo, el amor, el inconsciente, el goce y la pulsión”, logró unos niveles de formalización que nuestro admirado y gran pensador-artista, autor de “Historia del ojo”, “Lo imposible”, “Mi madre”, “Madame Edwarda”, “El ojo pineal”, “El ano solar”, “La parte maldita”...etc, no se propuso alcanzar en su lúcida, extraordinaria práctica de la escritura…
Continuará…
© Armando Almánzar Botello
8 de diciembre de 2010
Santo Domingo. República Dominicana.
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