lunes, 12 de diciembre de 2011

RECORDANDO AL GRAN HUMBERTO FRÍAS

"Somos los celosos guardianes de la memoria del amigo muerto." Jacques Derrida

Zona Colonial. Santo Domingo, República Dominicanna

Por Armando Almánzar Botello



Mi querido y recordado amigo Humberto Frías era realmente un estudioso de múltiples disciplinas. Leía con gran voracidad literatura, filosofía, lingüística y semiología, antropología, sociología, historia, psicoanálisis... sin mencionar los más diversos textos sobre cine, área en la que se caracterizó por ser uno de los más profundos críticos con los que contaba la República Dominicana en los años setenta y principio de los ochenta.

Humberto amaba profundamente el buen Jazz y las artes plásticas en general. Poseía una memoria prodigiosa y una inteligencia preclara... Pero tenía una pequeña peculiaridad: todos los libros los conocía, los había leído, sin excepción... 

Una noche, en la calle El Conde esquina Palo Hincado (recuerdo que veníamos de CINEC, el Comité Pro-Instituto Nacional de Estudios Cinematográficos concebido por Jimmy Sierra, institución que operaba en la Avenida George Washington y de la que fui socio co-fundador junto a Humberto y un puñado de jóvenes inquietos de los setenta) le pregunté, con la mayor 'ingenuidad' del mundo, si había leído a un escritor norteamericano poco conocido pero considerado por cierta crítica como un excelente estilista creador de caracteres ligados al Período de La Ley Seca Norteamericana: Henry Bashintong French, autor de la novela Ten Years After

Humberto, ni corto ni perezoso, me dijo del modo más natural y con su típico acento perspicaz y cargado de ironía: "¡Claaaaro que lo conozco muy bien, amigo Armando! Excelente novela Ten Years After… ". 

De inmediato, yo, que siempre me había sentido impresionado por la vocación omnívora de Humberto, descubrí una brecha o fisura en el edificio de la Biblioteca de Alejandría, y contra-ataqué: "¡Humberto, pero ese autor me lo acabo de inventar ahora mismo, tú no puedes haberlo leído!" 

Nuestro querido amigo comprendió que se encontraba en dificultades ante la insolencia de ese muchachito necio que fui a mis diecisiete años (y que en ocasiones retorna en mí de modo imprevisto) y me respondió: "¡JaJaJa! Armando, sé que no existe ese autor, pero te dije que sí le conocía para estudiar tu ‘incipiente capacidad de mitologizar’. ¡Te invito a que tomemos una copa de vino!". 

Nos dirigimos entonces al Restaurante La Carreta, administrado por Rafael Añez Bergés, si mal no recuerdo, y disfrutamos de varias copas de vino en el ambiente de bohemia intelectual y artística que caracterizaba al establecimiento. 

De regreso, cuando veníamos caminando nuevamente por la Calle El Conde, de improviso le dije a Humberto: "¡Oye, Humberto!, ¿sabías que Bashintong French y su novela Ten Years After existen realmente?". Humberto guardó silencio por un instante, y me dijo pausadamente: "Armando, ya veo que el alcohol no le sienta bien a tu sistema nervioso. Debes respirar hondo y serenarte", y dio inicio a un discurso altamente especializado sobre el metabolismo del alcohol y sus secuelas negativas para la salud.... 

De estos hechos puede dar constancia Fernando Hued Namías, gran amigo de quien les habla y de Humberto. In vino veritas... 

Humberto Frías era un mago-poeta de la estirpe de Raymond Roussel y Max Jacob. Encarnaba cierta especie antillana de espadachín surrealista que utiliza como florete una erudición tropical simultáneamente lúdica y trágica. Oculto en su aparente arrogancia irónica, latía en el corazón de Humberto un núcleo de gran honestidad intensamente sensible a todo lo humano. Lástima que la vida no le concediera más tiempo para escribir ficción o ensayos: era soberanamente lúcido. Lamenté y todavía lamento su muerte prematura. 

Siempre adoré a Humberto; fue un héroe cultural de mi adolescencia y todavía lo recuerdo con gran cariño y admiración. Supo corresponder, del mismo modo que Fernando Vargas Jiménez (intensamente vivo y coleando en la ciudad de Nueva York) a mis manifestaciones de humor y de amistad. 

Humberto, al igual que Fernando, encarna en mi memoria las curiosas virtudes de un experimentado samurai espiritual y surrealista que puede ser capaz de tomar en serio el brío incipiente de los más jóvenes en su auténtica vocación de trascendencia.





Martes, 13 de septiembre de 2011 
Santo Domingo, República Dominicana

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