Por Armando Almánzar-Botello
A Franz Kafka, a Samuel Beckett, a Louis-Ferdinand Céline. In memoriam.
"[...] sí, muy bonito paisaje acuático el de una laguna brumosa, con su pequeño muelle o puentecito de madera y pilotillos que atraviesa el agua como una promesa de infinito, y que nos induce a soñar con maravillosos viajes, paseos recónditos y mágicos descubrimientos… sí… pero los tablones del pequeño muelle bien podrían estar podridos por la humedad y quebrarse cuando uno los pise, y entonces podemos sufrir una severa herida o desgarrón en una pierna que interese o afecte hasta la mismísima arteria femoral —arteria femoral izquierda si es la de la pierna izquierda, arteria femoral derecha, si es la de la pierna derecha—... ¡y quién sabe!... o la niebla puede envolvernos el cuello con sus fríos y tétricos brazos y producirnos una grave enfermedad respiratoria de consecuencias impredecibles... o un pájaro desorientado en su vuelo puede estrellarse de un modo imprevisto sobre nuestra cara y sacarnos los ojos, o simplemente deformar nuestro rostro, para siempre, de un modo monstruoso, horrible... o uno podría estar invadiendo propiedad privada y entonces resulta probable que venga el legítimo propietario de los terrenos, sólidamente amparado por las leyes locales, y nos amenace con su escopeta, ¡y quizá hasta podría dispararnos!... o puede venir volando un extraño insecto al que seamos alérgicos y no lo sabíamos, picarnos de un modo sorpresivo en la zona de las manos que no cubren los guantes, en la cara o en el desprevenido cuello, y producirnos una peligrosa reacción alérgica que, al encontrarnos distantes de un centro de atenciones médicas urgentes, pueda desembocar en lo peor... o podría haber quizá un temblor de tierra en el momento de nuestro tránsito por ese puentecillo y de seguro entonces: ¡hombre al agua!, con el agravante de que quizá no sepamos nadar... ¡No, yo mejor elijo quedarme seguro en mi guarida! [...]"
"[...] sí, muy bonito paisaje acuático el de una laguna brumosa, con su pequeño muelle o puentecito de madera y pilotillos que atraviesa el agua como una promesa de infinito, y que nos induce a soñar con maravillosos viajes, paseos recónditos y mágicos descubrimientos… sí… pero los tablones del pequeño muelle bien podrían estar podridos por la humedad y quebrarse cuando uno los pise, y entonces podemos sufrir una severa herida o desgarrón en una pierna que interese o afecte hasta la mismísima arteria femoral —arteria femoral izquierda si es la de la pierna izquierda, arteria femoral derecha, si es la de la pierna derecha—... ¡y quién sabe!... o la niebla puede envolvernos el cuello con sus fríos y tétricos brazos y producirnos una grave enfermedad respiratoria de consecuencias impredecibles... o un pájaro desorientado en su vuelo puede estrellarse de un modo imprevisto sobre nuestra cara y sacarnos los ojos, o simplemente deformar nuestro rostro, para siempre, de un modo monstruoso, horrible... o uno podría estar invadiendo propiedad privada y entonces resulta probable que venga el legítimo propietario de los terrenos, sólidamente amparado por las leyes locales, y nos amenace con su escopeta, ¡y quizá hasta podría dispararnos!... o puede venir volando un extraño insecto al que seamos alérgicos y no lo sabíamos, picarnos de un modo sorpresivo en la zona de las manos que no cubren los guantes, en la cara o en el desprevenido cuello, y producirnos una peligrosa reacción alérgica que, al encontrarnos distantes de un centro de atenciones médicas urgentes, pueda desembocar en lo peor... o podría haber quizá un temblor de tierra en el momento de nuestro tránsito por ese puentecillo y de seguro entonces: ¡hombre al agua!, con el agravante de que quizá no sepamos nadar... ¡No, yo mejor elijo quedarme seguro en mi guarida! [...]"
© Armando Almánzar-Botello.
Santo Domingo, República Dominicana.
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