Por Armando Almánzar-Botello.
A Ella…
Amanece. Despierto y voy al patio. Con bata y en pantuflas me deslizo por el césped. Escucho. Vislumbro en la neblina la jaula y su revuelta. Una devoción mayor y frívola por brillo especular de imagen rota, estremece allá en lo umbrío la hojarasca. ¡Oh, los pájaros! Escrito está que hace frío intensamente. No la pura y esencial mostración de los conceptos. No. Solo cantan. Trazan / meros garabatos con el pico… Sonrío ahora y me detengo. Abandona el buen humor la pajarera y me dibujo de improviso en la recámara. Allí, un baño me despoja de la sombra. Me visto y le quito la tapa lentamente a mi frasco de perfume favorito. Al hacerlo, veo mi rostro casi escrito con mi letra más cursiva en el espejo. ¡Caray! ¡Sí! ¡Existo! Y parece que algo en mí es muy feliz en este instante. ¡Qué cosa! Rumbo al comedor pienso raudo y engreído: La mancha de la yema del huevo solar en la clara del cielo y el mantel que se despierta, mueve menos la sencilla curiosidad de las aves que las nubes chorreantes de albúmina escolar... Son las diez de la mañana en punto. Hora precisa del té con las tostadas. ¿Quién soy yo sin rubor para decir estas cosas?... Nos miramos en silencio. Tomo asiento. Escribo con rigor el Teorema... No habla nunca iluminada por las luces descompuestas de aquel pésimo guión de otra memoria. Veo flores en la mesa. ¿Pensará de nuevo en el teatro? En tierra de ciegos el bostezo es rey... Luego iré a la Financiera y solicitaré un préstamo con intereses blandos. El anciano gerente ha sido conmigo siempre muy gentil… Ella tose y al fin me desconcierto. Me mira con fijeza su misterio y parece iluminada oscuramente. Yo pienso que podría reflejar en su semblante cotidiano la taza de té sobre la mesa o la mesa de té sobre la taza… ¡No importa! Tomo el agua de su vaso y casi ella se sonríe la evidencia de mi error... Esboza un dedo silencioso los contornos de unas manos que respiran lentamente latiendo en el mantel... La energía del poema, contenida o represada en las páginas de un libro, ¿vale menos que la imagen del mismo libro ardiendo?... Miro el vaso de agua y no lo toco nuevamente. Me levanto translúcido y empuño mi bastón. Alguien se despide. Amarillo arriba casi verde habla el sol gesticulando. Sin embargo, así las cosas, él te ama con firmeza todavía, como siempre…
Agosto de 2011
© Armando Almánzar-Botello.
Santo Domingo, República Dominicana.