lunes, 10 de mayo de 2010

Francis Bacon, vuelve. Slaughterhouse’s Crucifixion


 
Pintura 1946. Francis Bacon

                                                                                           
Por Armando Almánzar Botello

A la memoria de Gilles Deleuze, 
quien acaso hubiese podido suscribir también este poema




Soledad de paraguas no percibe
la que indiferente crea, todavía.
Curva,
ciego trazo, negrura soberana, mancha informe
del pigmento. Sangra rota la textura por el filo
de la espátula. Eso raspa.
Slaughterhouse’s Crucifixion.
¡Oh sufriente madero del olivo!
Atroz y chorreante cuerpo cierto interminable.
Slaughterhouse’s Crucifixion.
                                                                                                                                                                    Un dolor atónito que tiembla gusano 

que se arrastra lento por la tela en coágulo imprevisto. Carne abierta que no cesa. Slaughterhouse’s Crucifixion. En garfio suspendida la belleza desollada.

La mano, con trapo frota, loca, orienta
la hemorragia, enturbia frente y labios…
despega, en el aire del instinto, el oscuro
paraguas del miedo casi un ave.

Con duro hierro araña, corta marca labra
-garra del halcón, cuchilla enardecida-
la mano:
azar transfigurado, caníbal
boca ciega.
Un puño, tremendo,
golpea sobre un lienzo el diagrama contingente
de las fuerzas... Accidente utilizable...

Chorro ardiente que perturba el esquema visual
configurado.
Borra un ojo, vuela un trazo, plata
líquida los labios, mancha viva que se expande,
pincel que muerde, arde, látigo erguido,
torso que sangra.
Hambre gruñida del abismo en retorno animal de
rostro en fuga.
Obsceno, ameboide hocico proteiforme.

Gotas por la tela: sangre. Mercurio, semen, leche oscura:
centrífugas manadas de la mente.
Roto sinsentido musical en devenir omnímodo 

de glandes.
 
Bombardeo tecnológico del miedo.
Cámara de gas. Matadero:
Vibra la carne intensamente cerdos, bueyes y corderos,
pájaros, mandriles, escorpiones... malvaviscos...
Pero no. Flor de fango erógena la mano,
indecisa aletea solitaria, sangra y sonora
impredecible tiembla. En gesto disolvente
se despoja, se desnombra, cae a fondo,
raspa,
cangrejo renegrido, arroja sus pulsiones agrias en este
trapo insomne.
Violencia disonante de la tinta.
Carne grita sombra en espacio que no piensa. Gime.
Siente. Pero no. La tela, el velo, su naranja:
borra. Vibra cuchillo nuevamente.
Duele la piel, hondo.
Cual monstruos dedos machos mastican
rotos dientes del piano flores blancas.
Aceitan, entintan,
percuten teclas negras.
El óleo se levanta:
ondula,
violento,
seminal,
rabiando el zumbido del motor su chorro de agua/pintura sobre un lienzo.
Rojo Verde Negro.
Virgo Virga Sangre.

Con un trapo en la cabeza -enigmático,
tríptico animal- horror de carne proferida,
dolorosa virgen rota:
Verga ciega tubular dentada gruñe profecías.
Slaughterhouse’s Crucifixion.
Pensó primero Anunciación, luego, escrito Sacrificio.
Arcos rotos de la luz preludian los gemidos.
Bombardeo tecnológico del miedo.
Matadero.

La mano alumbra, traza: sangre, Furias,
hierba,
oscuros cortinajes de cartílago/ectoplasma.
Espectros del violeta. Huracán su gris
de fondo en aullido congelado. Horror fosforescente…
pero no…
Fría y tenue la luz de la bombilla en la
escalera:
resopla, asciende, asoma y lo
desdobla su perfil el asesino.
Una oreja corta,
cae,
disemina,
pintura que lo escupe,
gotea...

Silencia un ojo alguien: lepra del azogue.
La cara, de fuerzas contamina, grita incertidumbre,
se deforma, estalla:
rota la figura mancha olvido para espejo.
La brocha, tiempo, espuma: en hombre desnudo se resuelve…
De fósforo las letras,
periódico vacío, in memóriam:
Carne blanda cotidiana se rasura su cadáver de etiqueta por un día.
Cacare  ergo sum.
Exquisita porcelana de inodoro pensativo.
Sombra espesa solitaria mana el cuerpo. Se levanta,
oscura de tentáculos palpita, abre un cuarto sordo, negro,
explora lo imposible.
Allí la imagen sangra mordida por lo
informe, terribles Euménides…
Un trazo, figural de armiño en los pinceles, bordea el agujero.
Cae de la boca el goce a lo innombrable…

Pero no, es plagio ya decir tiniebla en la tiniebla.
Tu llave gira, fría…
Podrido el pensamiento, al encender la luz, hierve,
su hondo tropel de ratas locas…



Armada y rota de violines la mano huracanada,
luz desangra cenital violenta sobre un lienzo, neutro
todavía…
Turbio espacio en un reflejo se disuelve:
Plaza. Templo. Matadero:
Carne loca convulsa enjaulada confundida en
fluir de toro y hombre.
Tauromaquia de la furia que deviene
pedazo de tiniebla manando su aullido.
Danza oscuro el líquido bifronte.
Negro vómito de abismo sobre el miedo.

Aislante vitrina del insomnio, espejo que desnombra,
libros en el polvo. Fotos de
fantasmas mordidos por el semen, pinceles del horror,
ausencia herida.
Desangrada soledad en el estudio:
Ciego caos gruñendo
prisionero bajo llave. Carcajada
grotesca del azar en un bolsillo…

Escupe al fin torero la tinta transitoria,
hondo el texto de tu carne a la página
de nada.Y rueden letras lentas
por la arena de tu cuarto…
Goteando sangre y luna tatuada de persianas, muerde
lógicos barrotes.
La bombilla del recuerdo en el cubo del desastre
-olvido en la escritura-
espesa y fría recámara oscura de silencio…

Nave de los locos, rara joya del delirio:
Brilla ebrio el bar su risa en alta noche.
Desgarrados alcoholes del jazz y
de la mente, pensamientos
retorcidos de un saxo
que te envuelve -pulpo verga floreciendo, saliva dientes lengua-
y sumerge poco a poco en el vaso azul de humo
la evidencia palpitante de un vértigo de carne,
la boca metafísica y su sexo de neón.



Escritura revertida/líquida en espejo el
Adentro llueve Afuera:
negra vulva del espanto anaranjado.
En abismo suspendida Otro pinta su pintar.
Exquisita porcelana de inodoro que la piensa.
Tina patas de león, agua discursiva
con su luz rememorante. Amarillo rojo azul …

Aporético el poema se dispersa en tuberías:
coágulo de nada,
oscuro vómito de insomnio,
sangre lúcida del sueño, excremento de la mente
ausente que no miente.
Remolino inconsciente,
agua lustral que mana de la vida…¡Clack! ¡uoaaahhhh!...

Pero no ¡coño! aquí no hay expresionismo nuevo, digo -el párate y dispárate con tu abstracto disparate-
ni torpe testimonio edificante,
ni difícil equilibrio ilustrativo,
ni frígida muleta resentida contra un
juego frotativo de cricas neobarrosas…

Muy afuera en roto adentro, in memóriam
-por la tela en su reverso-
tenaz fluye la muerte su rata en los escombros...

Se acerca, resopla, se aleja: Pictor ignotus.

Algo ciego ensombra sus manos cuando piensa.
Algo corta y gruñe por la tela cuando pinta.
Desatada tauromaquia del instinto.
Banda corporal que a sí misma se devora tinta en
miedo invertido y se retuerce. Magnetismo del vacío.
Trapecismo de la carne sobre huesos pendulares.

Resopla, se aleja, se acerca: Pictor ignotus.
Descorre una cortina:
En garfio suspendida la belleza eviscerada.
Slaughterhouse’s Crucifixion.
Violeta rojo negro…

Aquí no hay postvanguardismo ¡coño! ni
sujet supposé savoir de lo mirado, ni
poética supuesta del pintar y otras pamplinas.

Para mejor concentrarse algo en sangre se
disuelve, se licúa, se dispersa. Para mejor
estallar algo en negro se concentra.

Testigos de su muerte:
periódico en el piso,
hurtada escena de la letra,
lavabo frío del vértigo.


Hay diástole en la sístole.
Hay sístole en la diástole.

Dispersos por la luz, desposeídos,
copulan acoplados los cuerpos con
su sombra. ¡Oh júbilo que sangra!

Así respira la figura a
través de la membrana.
Deviene la estructura en su firmeza de
homogénea apariencia invulnerable,
duros dientecillos del abismo, nalgas,
piernas, glandes, amplios costillares,
frágil campo vectorial de carne rosa y turbulenta.
O lo inverso:
Se instilan los cuerpos fluidos que atraviesan los umbrales,
la membrana, los contornos -gota a gota retumbando- en el fondo vibrante luminoso donde trazo y figura se dispersan.
Amarillo rojo azul violeta verde anaranjado…

Por el túnel diminuto de la aguja todo el cuerpo retrocede a la jeringa.
Mar de luz originaria sin hombre todavía y su mirar oscuro.
¡Oh vida microscópica del tacto!
Intensa superficie imperceptible. Piel estrujada, confundida, duele,
con su fondo y con su altura sobre un plano indiscernidos,
con su cielo y con su abismo al fin resueltos,
en música que arde al dios que fluye desgarrando la conciencia estremecida... Mar ...



Y así, mirada insomne, goza ríspida y secreta la textura, abre intenso
un ojo testigo en la materia, racimos inmanentes de ojos en el tacto, pupilas en el gusto, en oído y en olfato, fotones en la mente. Vergas visionarias y altas vulvas de la carne.
Afuera del afuera: tenaz la vida fluye su rata en los escombros…
Milagro miserable, mas milagro.

¿Por qué alguien escribe, pinta, miente?
Al borde de otro cuerpo, desnudo precipicio,
la mano ardiendo late: hambre absorta en vocación de abismo suspendida.

Algo ciego gruñe por la tela cuando sangra: luz rabiosa originaria del toro y de los glandes.
Tenue la bombilla en el pasillo ilimitado fosforescen de colmillos locas bocas en el grito. Confundidas con el semen las caras se derriten por debajo de las puertas y descienden la escalera…
Sombría luz del vino. Intensa la caída visceral sobre los lienzos.

Derrumbe de sí mismo en duro afuera: Autorretrato. Sombría luz del vino... entinta las mucosas del adentro, barre con esponjas la materia, palpita, supura, se invagina de otro en su distancia,
de pápulas clítoris testículos,
esfínteres forúnculos tatuajes: Nocturno cazador de Nadie.

Portraits and Self-Portraits: estallidos de la luz en negro espejo: posiciones radiográficas del rostro que se pierde.
Condensa en un instante su perfil el asesino, rabia de pinceles y de espátulas. Torso que deviene retorcido,
herida    semen    lodo    sangre...
Se encharca dios en malva triste su carne
vulnerada, su flujo leopardo goteando labios rotos.
Coitus reservatus
Coitus interruptus
Deus absconditus

Placas radiográficas de Ausencia…



Rotos labios derrotados del orgasmo beben muerte. Vaso
de neón, espíritu del vino loco andrógino que sangra.
Dientes borran los umbrales de la carne sorprendida. Pero no:
lejano el ascensor y su latido sordo en la placenta ciega del hotel ausente, oscuro corredor interminable que parece conducir hasta el infierno, resoplantes cañerías del misterio:
asómase la tarde a través de las persianas.
De puntillas cautelosa la penumbra por los cuartos…

Vestida de neblina,
lento azul en ascensor sube la noche.

Puta en rojo es la ciudad entreabierta en los espejos…

Ahora, las sábanas revueltas, indómito rumor de los cuerpos enlazados. Resplandecen las manchas con la risa. Sobrevive su goce al epitafio…

Detente: contempla lo vivido. Algo extraño alumbra la carne cuando siente. Algo turbio ensombra los dedos cuando pintan y el óleo se levanta. Algo loco asombra las manos cuando piensan, su hombre se maquilla la bestia en cuarto oscuro, aletean solitarias de nuevo sobre un lienzo fría luz de los escombros.

Por la página perdida y la tela desgarrada, remotos ya la música, la fiesta, los licores, la imagen             se maquilla su hombre en roto espejo.                                                                                                                                                                      Por el río     de ciudades de la mente y sus noches de neón ensangrentado: palpables transeúntes del deseo. Por el óleo imprevisible y la textura de sus cuerpos: centrífugas manadas del pigmento y su memoria. 
Surtidor de agua en el desierto:                                                                                                                   ¡Francis Bacon vuelve!   

                                          





Poema escrito en julio de 2006 y publicado por primera vez en la revista País Cultural, órgano del Ministerio de Cultura de República Dominicana. Año 1, número 2, octubre 2006. La presente versión ha sido tomada del libro de Armando Almánzar Botello titulado: Francis Bacon, Vuelve. Slaughterhouse's Crucifixion, Editora Angeles de Fierro, 2007. San Francisco de Macorís. R.D. 






                                         


                                                              





jueves, 6 de mayo de 2010

Divagaciones en torno a la caída en el cuerpo. ¿Hacia arriba o hacia abajo?

"Dicho es mal dicho. Cuando quiera que dicho dicho dicho mal dicho. Desde ahora dicho sin más. Fuera desde ahora ora dicho y ora mal dicho. Desde ahora dicho sin más. Dicho por mal dicho. Por sea mal dicho." 
Samuel Beckett. Rumbo a peor

"El maldicho [médit] instalado en su reputado ocre: «No existe grado de lo mediocre a lo peor»" 
Jacques Lacan. Televisión

"Al caer he conquistado el cielo puro de la inmanencia."
A. Almánzar Botello. Legión en noche oscura

"Humpty Dumpty" (homenaje a Lewis Carroll)
  por  Kimber Fiebiger 


Armando Almánzar Botello  

                                                                                   A Samuel Beckett, In memoriam

1

Cuando alguien dice: El hombre se expresa o se cae "con o de" su cuerpo, está diciendo en efecto: El hombre se expresa o se cae "con o de" la carne, entendida ésta en su carácter meramente físico, biológico, anatomo-fisiológico y convencional.

Cuando alguien dice: El hombre se expresa o se cae "desde" su cuerpo, la construcción gramatical "anómala" (el usar la preposición “desde” -que expresa el punto de partida espacial o temporal de un objeto, proceso y/o acontecimiento-, en lugar de la preposición “de”) pone en juego un registro abisal, vectorial e intensivo del cuerpo, de la caída y de la expresión corpórea, que apunta, en lo real, "con intensidades puras y fuerzas en devenir", al espesor "espectral" de una corporalidad, digamos metamórfica, que no es equivalente a la "carne homeostática", convencionalmente 'objetiva', bio-física, orgánico-apolínea.

En ese sentido, alguien puede empezar a caer y/o danzar, carrolliana, lacaniana, artaudiana o deleuzianamente, no sólo “desde los propios pies” sino desde las rodillas, desde la cintura, desde la vulva, desde el tronco, desde el ano, desde la boca, desde la cabeza, desde el pene, desde el corazón...

Caer, entonces, no es ya un mero accidente: deviene, ahora, en "acontecimiento-sentido" contra-efectuado en el campo de la pura inmanencia. 

Seguimos aquí al Gilles Deleuze de "Lógica del sentido" (Lewis Carroll y la caída del huevo Humpty Dumpty) y, además, al de "Lógica de la sensación", libro éste de reflexión filosófica y estética sobre la pintura de Francis Bacon y su estrategia plástica deformante, figural y anti-representativa.


2

Por otra parte, Pablo Neruda dixit, en su poema Sólo la muerte, refiriéndose a la caída radical que es el morir: ...Como un naufragio hacia adentro nos morimos,/como ahogarnos en el corazón,/ como irnos cayendo desde la piel al alma...

"Caerse de sus (propios) pies", es un sintagma oral –frecuentemente utilizado en el habla coloquial hispanoamericana– que no es por completo lógico (el lenguaje tampoco lo es en su totalidad) pero que comunica perfectamente la idea de caída accidental de un cuerpo sobre su propio plano de sustentación. Lógicamente caemos “desde” lo alto, no "desde" el piso como plano de soporte. Por eso hay animales –los llamados rastreros– que habitualmente, en sentido estricto, no pueden caer… O por lo menos eso saben ellos hasta que encuentran las condiciones propicias para su caída, generalmente creadas por otro animal…

Evidentemente nadie se cae, en la realidad convencional, de los pies del otro. Pero cuando utilizamos como matriz o modelo este "sintagma oral cristalizado" y hablamos de: la "caída desde sus propios pies", pretendemos aludir al hecho de un precipitarse desde el cuerpo-organismo, anatómico, físico, material, hasta o hacia una región intensiva, abisal, inmanente, en la que ya está en juego otro tipo de cuerpo: el Cuerpo fenomenológico vivido y/o el  Cuerpo sin Órganos  de Artaud-Deleuze. Este último cuerpo debe ser entendido como juego de fuerzas y tensiones a lo interno del cuerpo convencional y que, paradójica y simultáneamente, lo desborda y constituye como organismo.


3

El Cuerpo sin Órganos (CsO) es la potencia del Cuerpo Intensivo que encuentra en el huevo, concebido desde el punto de vista de la embriología post-fenomenológica deleuziana, el campo de gradientes, vectores, tensiones, umbrales, en el que se operan devenires-cuerpos. La relación problemática entre organismo, lenguaje, objeto metonímico y cuerpo intensivo y/o libidinal, encuentra también, en el psicoanálisis de Jacques Lacan, una ejemplificación topológica en las figuras de la Banda de Moebius, el Cross-cap y la Botella de Klein, con su continuidad, complicación o torsión entre el adentro y el afuera.

El Cuerpo Intensivo no es más que el  Cuerpo sin Órganos  entendido como campo descentrado de manifestación de una única onda o sensación que recorre la multiplicidad de registros o dominios sensoriales y se expresa en ellos de una forma plural. La fenomenología habla, diferenciadamente, de un "desorden de los sentidos" basado en una mezcla de dominios sensoriales distintos, pero totalizados al final del proceso en una unidad sinestésica de las sensaciones.

La concepción del cuerpo sin órganos, niega esta presunta unidad de base fenomenológica del cuerpo vivido, tal como lo concibe un Merleau-Ponty, y afirma una única sensación problemática, atópica, que se resiste a la metafísica de la presencia y se manifiesta, como hemos dicho, en los diferentes registros sensoriales.


4

"Caer desde sus propios pies", expresa o significa entonces precipitarse desde el fundamento propio del cuerpo físico –los pies– hacia o hasta el cuerpo intensivo o cuerpo-pensamiento, cuerpo pasional o cuerpo de la sensación como aisthesis o sensación estética.

"Caer desde sus propios pies", es un viaje intensivo hacia los abismos de la carne, "desde" los "propios" pies. Viaje ontológico deleuziano, kantiano, en pura intensidad. 


Me caí desde mis "propios" pies -hacia el abismo de lo (im)propio: el Cuerpo sin  Órganos (CsO) en el que se descubre una superficie incorporal que testimonia dos cosas, por lo menos: la subida de la profundidad, y/o la caída de la altura sobre la superficie de... ¡la piel!

En verdad, "no hay nada más profundo que la piel" como decía el poeta Valéry... 

Por otra parte, la dimensión mística de La Caída de Satán o de Adán, puede encontrar en este enfoque post-fenomenológico deleuziano -sin que se niegue por ello lo teológico y lo cabalístico-, una vía interesante de aproximación exegética y hermenéutica.

¡Caer hacia arriba! Conquistar el cielo de la inmanencia en el acto mismo de caer. "Sólo en la caída se cumplen las presencias", nos dice con agudeza un poeta. 


Esto acontece así, porque fenomenológicamente todo incremento de fuerza, de tensión, se experimenta como una caída (Kant, Deleuze, Lacan).


"La caída es lo más vivo que hay en la sensación, aquello en lo que la sensación [como la pulsión de muerte] se experimenta como viviente. De manera que la caída intensiva puede coincidir con un descenso espacial, pero también con un ascenso" (Deleuze. Lógica de la sensación. Editorial Arena. 2002. Página 85).

La caída y la pulsión de muerte son el devenir activo de las fuerzas y las pulsiones. En este sentido inmanente, intensivo, toda caída es satánica y transformativa, porque hace subir el acontecimiento del Otro, porque hace devenir Otro al Mismo... 

De lo precipitadamente dicho podemos inferir, que la Voluntad de Poder (Nietzsche) descubre belleza y arte allí donde otros más débiles o empobrecidos -sensorial, cognitiva, ética y estéticamente-, sólo ven simple dolor o fealdad: la trivial o peligrosa evidencia de la magulladura...



© Armando Almánzar Botello
Santo Domingo R.D.
5 de mayo de 2010