lunes, 29 de noviembre de 2010

Sin escritura automática

Nueva meditación del viento...

Luz que se piensa.
Oscura la mirada,
en el torrente...

A. Almánzar-Botello.



Por Armando Almánzar Botello

                                                        
                                                   A Matsuo Bashō
                                                   A San Juan de la Cruz
                                                   A Fernando Pessoa



Sin escritura automática lograr
el milagro cabal:
                             un no-pensar
                                                    escribiendo
un no-existir existiendo

todo apego suspendido
toda pena en el vacío
                                        trascendiendo.

Tan sólo pensando en el viento convertir
el pensamiento
en claro rumor que presienta otra escalera
más alta:
un sentimiento que alumbre lo que Nadie jamás destruyó...
                        ¡lo que siente!...

Reescribir en el vacío toda la vida inconsciente derramando su silencio
en el roto latir ausente

                                     de Dios.

El soplo de la materia, el hueso de los conceptos,
encarnan intensamente
su misterio real inextenso...

¿Dónde estoy?...

A pesar de nosotros mismos

al pie de la gran montaña
el olvido sigue fluyendo…



Noviembre de 2010
Santo Domingo, República Dominicana



martes, 16 de noviembre de 2010

¿Hay Logos en el Pathos y/o Pathos en el Logos?

Conjeturas estéticas de un diletante

                                            Francis Bacon. Cabeza I. 1948                                                             
Por Armando Almánzar-Botello


"Lo que en mí siente está pensando". 
Fernando Pessoa


Dicho de un modo muy esquemático y apresurado, la oposición fundamental sobre la que descansa la tradición metafísica del pensamiento occidental está constituida por el binomio sensible/inteligible. Sensible: lo que se muestra a los sentidos, lo aparente o falso; Inteligible: lo que pertenece al mundo de las ideas, lo real o verdadero.

En Platón, estas dos instancias se encuentran ontológicamente diferenciadas. No obstante, en el texto platónico encontramos toda una topografía y unos protocolos de intermediación entre los opuestos que regulan el proceso de “subida” hacia el Modelo Trascendental de lo Inteligible, en una suerte de liturgia purificadora. El Logos es la potencia de la idea, del concepto, del pensamiento racional y arquetípico. Su naturaleza ascensional, “uraniana”, solar, lo vincula o conduce a la dimensión de las ideas puras localizadas en el topos uranos. (1). Allí no hay sensación. Estamos en el reino aséptico del espíritu desencarnado.

La posibilidad de un logos en el pathos (un pensar en el sentir) y de un pathos en el logos (un sentir en el pensar), implica una visión del pensamiento que deja de circunscribirlo al papel de instancia reguladora de lo sensible por mediación de la idea hipostasiada. Lo sensible se libera de la idea como esencia atemporal.

El pensamiento que no opera del modo que más tarde Kant denominará modus logicum, sería, más bien, un pensamiento-cuerpo ligado al ánima, entendida ésta como campo de mediación entre lo sensible y lo inteligible, entre la sensación y lo espiritual puro, abstracto, desencarnado. El ánima se actualiza por el impacto de la sensación, por la aisthesis. (2).

En la estética, tanto para la visión de Kant como para la concepción de Hegel (aunque haya una crítica hegeliana a Kant, en este aspecto Hegel lo valida), se produce una alteración de la mera oposición sentir/pensar y se muestra un nuevo “sensible heterogéneo” (aistheton espiritual), que disloca la oposición binaria convencional, ya que se ofrece como potencia sensorial de un pensamiento que no sabe que sabe. Problematización del platonismo.

Coincidimos con Jacques Rancière (3), a propósito de sus reflexiones sobre la estética deleuziana, cuando éste considera que el pensamiento-cuerpo es potencia en lo sensible, en la sensación, de un pensar que, como hemos señalado, no piensa al modus logicum. Se ofrece entonces de dos formas: inmanencia del logos en el pathos (modalidad romántica), que muestra cómo el pensamiento se encarna en lo que no piensa, en lo sensible, en la materia, en el "libro de la naturaleza". Y la inmanencia del pathos en el logos (al modo de la "cosa en sí" de Schopenhauer y de las estéticas modernas y post-modernas) que muestra cómo lo que no piensa (el pathos), se manifiesta en lo que piensa.

He aquí, en esta última potencia de un pensar, la desterritorialización del pensamiento hacia los límites mismos de la representación, hacia lo a-significante, hacia el pathos y la dimensión molecular deleuziana, hacia el caosmos, el trazo unario, lo figural y la desubjetivación... Exploración "escritural del vacío”...

En los márgenes del pensamiento metafísico logocéntrico y del proyecto de la ciencia, que aspiran -en el campo de coherencia que les define, respectivamente- a eliminar la sensación del ámbito del pensamiento para pretender alcanzar una pura axiomatización de la cogitación, consideramos, problemáticamente, que el elemento intuitivo, empírico, contingente, imaginario, es ineludible, inerradicable.

La Imaginación Trascendental de Kant, como campo de mediación entre lo empírico y lo trascendental, lo intuitivo-imaginario y lo conceptual, nos ofrece la posibilidad de pensar lo que Derrida ha denominado una cuasi-metaforicidad originaria como archiescritura, que produce efectos de exactitud "literal" y efectos metafóricos de "desvío".

Siguiendo estos cuasiconceptos podemos afirmar que el pensamiento-cuerpo, en su complejidad, piensa lo que siente y siente lo que piensa. Insiste, persiste en este proceso, un lacaniano "insabido que sabe y no soporta que sepamos que sabe": sensible heterogéneo a-significante: lo espiritual otro, a diferenciar de lo espiritual uraniano, hipostático, simplemente ascensional y catártico. Triunfo estético del simulacro y derrocamiento y/o decapitación del modelo platónico. (Deleuze, Klossowski, Lacan).

El error de un cierto discurso, no sólo artístico, sino filosófico y hasta científico, se manifiesta en la esencialización de un pensar desencarnado, pretendidamente axiomatizado y apodíctico, que se ofrece privado de "sentir" y no comunica de modo intensivo con la dimensión de lo sensible (con el aistheton).

Señalamos el riesgo de algunas poéticas del pensar: olvidar su arraigo en lo sensible y pretender el ascenso hacia el “topos uranos” de una belleza "clásica", armónica, eutímica, desencarnada, que no se corresponde con la radical problematicidad de la relación entre ánima y aistheton en los ámbitos de la filosofía, la estética y el mundo contemporáneos.

Siguiendo al Jacques Lacan de La ética del psicoanálisis y quizá también a Lyotard, Helí Morales Ascencio nos recuerda que, en los tiempos de la postmodernidad, la ética psicoanalítica debe conducir a una est/ética, o lo que es lo mismo, a una "estética rota", una estética barrada o tachada que implique no sólo el "velo de la belleza", la caricia, la síntesis erótica, la potencia del deseo y el acto creador, sino también lo que oculta este velo: la carencia, la finitud desgarrada, lo monstruoso, lo terrible, lo trágico, lo sublime-abyecto, lo no presentable, la intratable opacidad de lo real imposible, el reverso ígneo de la representación. (Constancia del psicoanálisis. Volumen colectivo a cargo de Néstor A. Braunstein. Siglo XXI, 1996).

De modo simétrico inverso, existe una pérdida de posibilidades para pensar el arte, cuando se entiende sencillamente que éste se manifiesta en la forma "bruta" de la sensación, de la simple emoción o de lo sensible primario "desencadenado". La pura dimensión páthica, en su calidad de mera descarga emotiva opuesta a las regulaciones del logos, no garantiza la experiencia ni la intensidad estéticas. Es preciso hacerla devenir Stimmung, a entender como síntesis del pensamiento más potente y el afecto más intenso (Nietzsche, Klossowski, Deleuze, Agamben). El arte piensa con perceptos y afectos de segundo grado. T.S. Eliot hablaba del arte como producción de correlatos simbólicos impersonales de las percepciones y sentimientos primarios.

Lo experiencia del arte como sensibilidad que piensa y pensamiento que siente, sólo se hace válida en el contexto de una deconstrucción de la oposición metafísica sensible/inteligible. Esta se efectúa mediante la generalización del elemento débil reprimido en el paradigma metafísico : lo sensible, pero con una subsiguiente transmutación, contra-efectuación y redescripción de esta categoría en un nuevo campo de funcionamiento. Algo quizá parecido a la generalización del concepto de "escritura" en Derrida o de "sinthome" en Lacan...

Para Gilles Deleuze y Félix Guattari (4), existe un pensamiento complejo como actividad de lo que ellos denominan cerebro-sujeto, categoría que es una suerte de metáfora epistémica transgresiva del concepto de cerebro triúnico de McLean.

El cerebro-sujeto piensa de tres modos: a) como ejeto: la ciencia, que utiliza "funciones lógicas" para pensar; b) como super-jeto: la filosofía, que utiliza conceptos como trama de "personajes conceptuales", y c) el injeto: el arte, que utiliza perceptos y afectos (no percepciones y afecciones en bruto, sino la contra-efectuación formal de estos accidentes hasta convertirlos en "acontecimientos-sentidos en el suspenso vital de una obra".

Deleuze-Guattari no dicen que todos estos procesos se puedan reducir a una sola modalidad de pensamiento originario, pero presentan, en su versión de una heterogénesis del pensamiento, la posibilidad de resonancia de un tipo de pensar sobre otro; de forma tal que la ciencia resuena en el arte y en la filosofía, pero también éstas resuenan sobre la ciencia y entre sí. En esta modalidad de concebir el pensamiento, Deleuze-Guattari se aproximan asintóticamente a la concepción derridiana compleja de la cuasi-metaforicidad originaria de la huella, que no podemos circunscribir simplemente a la pureza del concepto ni a lo simplemente dado por lo empírico-sensible y lo páthico.

Estamos aquí "enfrentados" a la dimensión atópica de los cuasi-conceptos, los perceptos y los afectos, con los cuales, "se piensa en el acto mismo de sentir" y "se siente en el ejercicio intensivo del pensar".

Los avances operados en los campos de la física cuántica y la lógica, desde el "Principio de Incertidumbre" de Heisenberg hasta los Teoremas de Gödel, ciertas aristas de la lógica de Tarski, las lógicas para-consistentes o inconsistentes, etc, apuntan en la dirección de una imposibilidad de articular, de un modo absoluto, las axiomáticas autoconvalidantes que pretenden obviar el campo de lo que se denomina sensible, empírico, "escoria imaginaria" (Platón, Lacan), intuición o "resistencia diseminante de lo real imposible".

La denominada física de partículas, con la búsqueda actual del bosón de Higgs a través del Colisionador de hadrones y con la posibilidad de dividir el quark, nos enfrenta hoy a problemas "equivalentes" a los que Lacan denominaba, en su espacio particular de meta-reflexión: "divisibilidad o indivisibilidad de la letra bilocada", y Derrida concebía como "restancia diseminante" de la letra en su "radical divisibilidad a-metafísica". (5).

Intentando responder provisoriamente con estas fragmentarias e inexpertas conjeturas a las  inquietudes, al desasosiego y a la perplejidad interrogante de un gran amigo devoto de la poética de Fernando Pessoa, podríamos confirmar "ahora" : lo que en el sujeto siente está pensando, "lo que en su ánima piensa está sintiendo"....

Podemos afirmarlo así, aun cuando el proyecto de ese pensamiento pueda consistir eventualmente en la erradicación, por medio de un abstracto y descaminado pensar, de la potencia del aistheton (lo sensible) que ofrece la posibilidad al pensamiento-cuerpo, al ánima, de existir como afección. Coincidimos en este enfoque con los planteamientos de Lyotard (6) y (11).

En nuestro contexto de reflexión, el campo de las artes en sentido general, cierto particular "sensible" es absolutamente inerradicable y necesario para que surja el acontecimiento estético. No se piensa sin cuerpo. No es posible el arte sin sensación.

La sensación, indudablemente, piensa: hay lógica de la sensación (7) y no sólo del sentido (Deleuze); el pensamiento, también siente -cuando la función lógica y el concepto se abren a la resonancia de los perceptos y afectos en la cuasi metaforicidad de la huella, del grama (8), del pharmakon (9), del himen, del tímpano, de la archiescritura, en fin, de lo que Kant llamó Imaginación Trascendental.

Curiosa, compleja, paradójica forma de pensar y aprehender aquello que resulta "más alto que lo alto": lo sensible transmutado que piensa. ¡Valor imprevisto de la caída intensiva, de la recaída, en la superficie Consistente, en el plano absoluto de Inmanencia! (10).

Concluimos estas notas apresuradas citando al Lyotard de Anima minima: “…importa que entre poema y matema, como dice Alain Badiou, o mejor en la trama de ambos, una escritura reflexiva se obstine en interrogar su propiedad y, por lo mismo, en expropiarse sin cesar”(11).


¡Recordando a los amigos!


Bibliografía


 (1) Platón, Diálogos. Fedro, Tomo III. Madrid, Editorial Gredos, 1992.
 (2) Lyotard, Jean-François, La ceguera necesaria (Conferencia dictada en Bogotá, 1995).
      En Los límites de la estética de la representación. Bogotá, Editorial Universidad del Rosario,
      Adolfo Chaparro, editor académico. Noviembre de 2006, Págs. 121-139.
 (3) Jacques Rancière, ¿Existe una estética deleuziana? En Los límites de la estética de la
      representación. Bogotá, Editorial Universidad del Rosario, Adolfo Chaparro, editor académico.
      Noviembre de 2006, Págs. 33-34.
 (4) Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. ¿Qué es la filosofía? Barcelona. Editorial Anagrama, 1993,
       Págs. 202-220
 (5) Derrida, Jacques. Resistencias del psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós, 1997, Págs. 88-89
 (6) Lyotard, Jean-François . Lo inhumano. Charlas sobre el tiempo. Buenos Aires, Ediciones
      Manantial SRL, 1998, Págs. 17-31
 (7) Deleuze, Gilles. Francis Bacon. Lógica de la sensación, Madrid, Arena Libros, 2002
 (8) Derrida, Jacques, De la gramatología, México, Siglo XXI, 1971.
 (9) Derrida, Jacques, La diseminación. Madrid, Editorial Fundamentos, 1975
 (10) Deleuze, Gilles y Guattari, Félix, Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia,
        Pre-Textos, 1994
 (11) Lyotard, Jean-François, Anima minima, en Moralidades postmodernas. Madrid, Editorial
        Tecnos, 1998, Pág.169
 (12) Hottois, Gilbert, Historia de la filosofía del Renacimiento a la Postmodernidad, Madrid,
         Cátedra, 1999



Armando Almánzar Botello
5 de Noviembre de 2010
Santo Domingo, República Dominicana





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jueves, 11 de noviembre de 2010

La Pulsión de Muerte no es sólo muerte.

Es "vida, muerte"

                                  Sigmund Freud                                     

Por Armando Almánzar Botello


                           
                                                           A Fidel Munnigh, pensador auténtico


Además de lo que hemos escrito recientemente con el propósito de "conversar" -con muy contados y especiales amigos de la "parroquia" intelectual vernácula- en torno al problema de las relaciones entre Principio de Nirvana y Pulsión de Muerte, insistimos con estas breves notas para legitimar quizá un poco más nuestra idea de que no se prosiga concibiendo tal pulsión en su modalidad conceptual meramente termodinámica clásica, es decir, como simple pulsión de (auto)destrucción, entropía y retorno a lo inanimado. Lo reiteramos: no sólo así debemos y podemos teorizarla.

La pulsión de muerte, como decíamos que la concibe Jacques Lacan -principalmente en su Seminario VII, La ética del psicoanálisis-, es también gasto, tensión, esfuerzo, goce de la diferencia e hiperestesia, no simple abocamiento a estados letárgicos, nirvánicos, entrópicos o comatosos.

La pulsión de muerte es un intento de empezar de nuevo después de transgredir ciertos límites. En este sentido es que Lacan reinterpreta el "más allá del principio de placer" de Freud. Concebida de este modo, la pulsión de muerte se constituye en la instancia "creacionista" que posibilita todo proceso de subjetivación-desubjetivación y abre la posibilidad de transformar críticamente la pretensión autárquica de las hegemonías vigentes.

Pasa con ella algo parecido a lo que sucede con el concepto de "lo intensivo" en Kant (ver su Crítica de la razón pura). El grado mayor o menor de concentración de una sensación en un instante es su intensidad. Aquí se llega a la conclusión de que la intensidad se mide en su relación con el cero (0), ya sea que disminuya o aumente el potencial.

La caída (pulsión de muerte) sería el devenir activo de las fuerzas. Gilles Deleuze nos aclara: no hay que concebir la caída en términos puramente termodinámicos clásicos, entrópicos, reductivos. Deleuze diferencia la caída física, espacial, termodinámica, de la caída intensiva kantiana. Esta caída no se produce necesariamente hacia abajo. No es de modo obligatorio "miserabilista". Puede ser una caída "hacia arriba", en el ascenso hacia niveles superiores de fuerza.

¡Caer hacia arriba! "Sólo en la caída se cumplen las presencias", nos dice un poeta.

Esto así, porque todo incremento de fuerza, de tensión, se experimenta fenomenológicamente como una caída (Kant, Lacan, Deleuze). La caída y la pulsión de muerte son el devenir activo de las fuerzas y las pulsiones.

                                  Jacques Lacan                                        

Consideramos que la pulsión de muerte no se encuentra en limpia oposición a una pulsión de vida (que no existe como tal), sino que ella misma, como pulsión de muerte y "abyección sublimada", propone y crea su "propia" neo-territorialidad. Sin que haya una simple coincidentia oppositorum, aquí Eros copula con Tánatos y sin este último -y su potencial de desintegración reorganizadora- no hay posibilidad de renacimiento simbólico para las estructuras psíquicas y sociales. La relación de vendaje entre lo erótico y lo tanático estaría definida por una cópula disyuntiva inclusiva.

Como bien señala Deleuze, lo que importa es el diagrama de fuerzas en el que se traza la línea de fuga. Si esta se constituye, por un lado, en "pura línea fría de abolición y muerte" (por ejemplo, la trayectoria de un avión que se estrella contra las Torres Gemelas; el recorrido de una bomba que cae sobre la ciudad de Bagdad; los alimentos envenenados que van a los labios de niños inocentes), o, por el contrario, se constituye en línea mutante, metamórfica, de polivocidad y vendaje entre energía libre de los procesos primarios del inconsciente y/o energía ligada de los procesos secundarios del sistema preconsciente-consciente.

Ejemplos de esta línea de fuga en su modalidad creativa los tendríamos en el acto de escritura en sentido fuerte, en la creación artística en general, en el encuentro entre los que se aman, en el compromiso político con la justicia y las reivindicaciones sociales con miras a construir espacios para lo que Derrida denomina "la democracia que vendrá".

Podemos decirlo de otro modo más directamente ligado con la filosofía. En lo que Sartre denomina (ver su obra Crítica de la razón dialéctica) totalización-destotalización-retotalización, la destotalización no es una destrucción en bruto, ni un simple afloramiento de la "negatividad pura hegeliana", sino una negación parcial que permite una subsiguiente re-totalización.

Eso lo comprendieron muy bien "sujetos-rizomáticos" (Guattari) de la estrategia creativa "aéreo-subterránea" como Kafka, Joyce, Beckett, Cioran y Bacon (el pintor), para citar "antojadizamente" cinco figuras emblemáticas de la modernidad que se tomaron el trabajo de "decir", activamente y a través de su precisa, parsimoniosa y filigraneada escritura, "el vaciamiento catastrófico de la significación".

Por este motivo, esos cinco artistas-pensadores no deben ser considerados simples representantes del nihilismo occidental. Ni reactivo ni pasivo. La "forma estallada" que utilizan estos creadores como dación de estructura en sus obras no es, como bien señaló Umberto Eco, mera ausencia de forma ni torpe caída inercial en la "empiria accidental" de una pulsión de muerte como agujero negro que se traga a la escritura.

Esa "forma estallada" no es un ruido blanco padecido como a-significante o insignificante, sino el "accidente" elevado a la dignidad de "acontecimiento", la obra perfilando el vacío de la Cosa, el proceso del síntoma contra-efectuándose en sinthome estético. Exploración, experimentación e interpenetración compleja de sentido y sinsentido, de forma y no-forma. He aquí lo informal, o, más bien, aquello que Lyotard, luchando contra la absolutización de la clausura representativa, ilustrativa, figurativa, ilusionista y mimética denomina lo figural.

El verdadero nihilista padece la pulsión de muerte; muere sin obra, en un anonimato de primer grado. El "nihilismo realizado", pleno, es esencialmente incomunicable. No es lo mismo este nihilismo padecido que el "nihilismo consumado" de Nietzsche, como denomina Deleuze al punto de transmutación de la subjetividad en Potencia de Afirmación Selectiva. El discurso nihilista-pasivo absoluto es desconocido, imposible, inefable. Del mismo modo en que -como nos testimonian Primo Levi y Giorgio Agamben- el testigo integral del horror no puede hablar para dar testimonio, porque sencillamente ha sucumbido de un modo radical en el fragor absorto de la catástrofe.

Pero toda auténtica escritura se mide con esta ausencia, con esta imposibilidad y este vacío. Ella se plantea la exploración asintótica del horror. He aquí el problema activo de decir la imposibilidad de decir. Caída intensiva en la escritura.

Pretendemos entonces -por una vía distinta- cribar, cernir la dimensión problemática, ambigua y mixta de la pulsión de muerte. En su crítica al monologismo del poder y a los nuevos discursos del amo, Julia Kristeva nos recuerda lúcidamente: "Hacer pasar la pulsión de muerte al discurso, es la más sólida barrera simbólica contra el retorno de los fascismos".

La pulsión de muerte sería equivalente, en cierto modo, a la inestabilidad y el caos frente a la estabilidad homeostática del Poder Avasallante y su Guerra Preventiva. Derrida observa que los dos primeros conceptos -inestabilidad y caos- representan lo mejor y lo peor, simultáneamente. Lo peor, porque sin estabilidad -macro y/o micro- no hay vida social. Lo mejor, porque inestabilidad y caos permiten la permanente renovación política del contrato social. Esa es también, a nuestro entender, la dimensión aporética de la pulsión de muerte.

La pulsión de muerte freudo-lacaniana no es entonces un simple valor nihilista. Pulsión de muerte no es mera pulsión nihilista de (auto) destrucción, aunque eventualmente pueda encarnar este aspecto. Contra una interpretación banalizante, unidimensional, de este concepto, ofrecida desde hace largos años por los psicoanalistas estadounidenses -Erich Fromm a la cabeza del denominado revisionismo neofreudiano edulcorante-, se levantaron, en sus respectivos momentos, Theodor Adorno y Herbert Marcuse, potentes filósofos de la Escuela de Frankfurt.

Para bien y para mal, ¡la pulsión de muerte sigue viva, actuando en los seres humanos! En el resto descubrimos el reto: abocarnos solidariamente al ejercicio de una práctica creativa, ética, política, transformativa; potenciar la capacidad de transmutar y renovar, desestructurar y reestructurar -de un modo permanente, crítico, múltiple- nuestro estatuto de sujetos vinculados problemáticamente con el discurso y lo social.



Armando Almánzar Botello
Santo Domingo,  República Dominicana
11 de noviembre de 2010