¡Háblenme de la sabiduría de los ancianos!
HR Giger. Biomecanoide, 1976
Por Armando Almánzar Botello
Sol semáforo de rojo te arde vulvas
la inconsciencia.
Una niña es un juguete de luz
para chupar/se…
De pronto,
se impacienta el sexo
loco
y acelero…
¡Río-caballo desbocado!
Alucino flor extraña
que germina en una esquina
cegadora en el reflejo
de sus ojos transeúntes.
Con su luz hecha de ausencia me despoja
Con su luz hecha de ausencia me despoja
de mí mismo,
me detiene me des-mira en el
olvido me aniquila me disuelve me re-
inventa en su mirada…
Suelto un pie desacelero
sin poner fin a la chispa-corazón de los motores:
un vacío un terror y su silencio un anhelo
aleteando.
Risa loca “en el adentro”,
goteándome el aceite de la angustia
por la espera.
Su demanda de auto-stop me aniquila lo veloz.
Su niña apetecida me da el ser
palabreando:
-OK, yo voy al sur…
-¿Usted también….
(Punto y aparte).
Maquinal felina limpia,
recién salida de sus ojos,
me desliza en el asiento
su belleza carnicera.
Relincho “por adentro” oliéndome
mi muerte.
Re-enciendo el automóvil y
a-sintáctico acelero.
Salgo raudo y confundido ciego
ardiendo sin azogue sin medida ni concierto lo que
digo y encabalgo.
Soy un loco línea en fuga.
Y acelero
acelero acelero.
Se me enredan sus palabras cableadas
con el miedo.
Y a su lado soy tumulto soy silencio
carreteras…
En el filo de su aliento de pantera me desangro.
Otro el pulso que le pienso
ya florece por sus labios.
Piso el acelerador:
¡zumbido de las bielas sinfín de manivelas
Corren correajes gruñen engranajes fluye la
energía ácidos aceites
máquinas del cuerpo
y sus relojes inclementes!
Y recuerdo al Nabokov
de la niña fraseada el demonio imprevisible de
Lolita fraudulento…
(Y en verdad que siento miedo.
Pero ciego es el deseo).
Pienso y ábreme un dolor su cuchillo
de silencio.
Mi mente lo lamenta… ¡Pero ciego es el deseo!
Todo roto en mi propuesta balbuceo
en voces neutras
la oculta herida cruenta.
Rindo informe minucioso loco ardido
despiadado…
Fría escucha y su ausencia digitígrada
desgárrame.
Dice un ¡No! a mi caricia.
Con sus labios esmaltados
a la carne turbulenta dice un ¡No!
y a mi propuesta.
Desordéname la rabia tinta en sangre y
los papeles. El libreto se termina.
Y acelero acelero…
Mas su ojo de pantera mujer-niña y su alfabeto,
ya me huelen por la espuma el dolor y el
desconcierto.
Piso el acelerador:
¡zumbido de las bielas sinfín de manivelas
corren correajes gruñen engranajes fluye la
energía ácidos aceites
máquinas del cuerpo
y sus relojes inclementes!
Y banal veloz el viento nos enreda los conceptos,
cambia el curso del discurso
-retoca el pensamiento-.
Y la mano de una niña con la risa me despeina,
me alumbra y me re-arma,
poco a poco reconcilia
los fragmentos de mi cuerpo.
¡Y la historia recomienza!
El abismo y las alturas devienen superficies,
carreteras y planicies…
Luego en la penumbra
(flor violenta su entrepierna)
la escritura electrizada
de las uñas por la seda…
Digan lo que digan la edad es experiencia:
¡Jo! ¡Esta niña aquí en mis brazos!...
Su risa enloquecida resplandece por las páginas.
Al poeta Víctor Villegas
Cazador de agua y otros textos mutantes
(Antología poética personal 1977-2002)
Editora Nacional, 2003, Santo Domingo R.D.
Páginas 93-97.
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