sábado 6 de junio de 2009
Por Pedro Conde Sturla
Almánzar Botello
Armando Almánzar Botello es una criatura extraña, fuera de serie, fuera de toda serie.
Cuando me reúno con él en El Palacio de la Esquizofrenia -y hace tiempo que no nos reunimos-, el diálogo adquiere giros inauditos, porque Armando es dueño de una jovial erudición que seduce y deja maravillado al interlocutor por las ideas que destila y por la forma entusiasta que les imprime.
Artes plásticas, lingüística, literatura, sicología y otras disciplinas forman parte de su amplio dominio de la cultura. Poco o nada escapa a su conocimiento en estas áreas, pero además –como buen personaje de Borges- es un notable memoriógrafo.
Recita a Dante, sin conocer su lengua, en italiano inteligible y en su conversación uno siente que está abrevando en la fuente del saber, sin que jamás asome en sus palabras el mínimo dejo de pedantería.
Almánzar Botello es autor, entre otras cosas, de “Cazador de agua y otros textos mutantes” (una antología poética que recoge poemas de los años 1977 y 2002), y “Francis Bacon, vuelve. Slaughter-house’s Crucifixion”. Esta última entrega ha sido definida por Marcio Veloz Maggiolo como “una esotérica visión del mundo astral, o de lo que pudiera serlo. Mundo a veces dantesco, dantiano cuando el tacto apunta a ser y dar a los sentidos una explicación microscópica”.
No queda mucho espacio en esta página para ampliar la presentación de Armando Almánzar Botello, y prefiero que se presente él mismo con su característica dosis de humor e irreverencia. La misma que se anuncia desde el título de su artículo, el artículo invitado de hoy, un acertijo crítico y un diálogo entre Bryce Echenique y Madame Bovary, un juicio a contrapelo de la lógica formal y cualquier otro formalismo.
Almánzar Botello: entre Bryce Echenique y Madame Bovary (y 2)
Por Pedro Conde Sturla |
13 de Jun 2009 12:00 AM |
En esta segunda entrega del artículo de Armando Almánzar Botello, el sigiloso “Cazador de agua y otros textos mutantes”, se aclaran ciertos sentidos que se perdieron cuando el texto tuvo que ser dividido por razones de espacio y me obligó a improvisar, a publicar una parte que no correspondía precisamente al título, aunque lo anticipa de muchas maneras. Ahora sí lo pueden ver al cazador capturando a su presa, lo pueden leer en su ejercicio lúdico, disertando brillantemente, alegremente, navegando entre el plagio de Bryce Echenique, que para él es “en realidad, chiste genial, boutade de altos quilates para ‘ojos que saben traspasar adornos y atavíos’”, y esa Madame Bovary que “en pleno falocratismo del siglo XIX, reivindica a la mujer como espacio transgresivo de la des-apropiación.” JURÍDICAMENTE CULPABLE Y HUMORÍSTICAMENTE INOCENTE. En el caso de Bryce Echenique, no hay transformación de los materiales recibidos, sino mera transcripción literal de los mismos. En este sentido podríamos argumentar que existe plagio, en el sentido vergonzante que ha adoptado esta palabra a partir de cierto momento histórico en el desenvolvimiento de la literatura occidental. (En la Antiguedad y en la Edad Media, por ejemplo, no existía el concepto de plagio: ni literaria ni jurídicamente hablando). Pero es preciso resaltar que Bryce no "hurta" regularmente obras de ficción, sino simples artículos periodísticos o académicos que casi siempre son mera reproducción inerte de ideas que forman parte del clima espiritual de nuestra época, de una especie de atmósfera de conciencia colectiva contemporánea. Con ello, Bryce está sacando de su gris anonimato a ciertos cagatintas (no todos), que en lugar de vanidosamente denunciarlo como plagiario, deberían agradecerle al gran escritor peruano sus esfuerzos por inmortalizarlos. Por otro lado, y lamentablemente -para muchos “odiadores” del autor que nos ocupa-, la obra creativo-transformativa de Bryce permanece libre de toda sospecha de plagio, por lo menos en el sentido que permitió someterlo a la acción judicial. A "mi" entender, Bryce es un humorista en la tradición de Swift, Chesterton y el non-sense británico. Un ostentador paródico-satírico, además, de ciertas aristas propias de la histeria genial de Flaubert. Después de Bryce escudarse -ante las primeras acusaciones de plagio-, en su declaración de que "toda la culpa era de su secretaria, por esta haber confundido ciertos papeles en la oficina", llega el momento en que se siente "acorralado" por el peso de las evidencias aportadas por los demandantes, y declara al fin: "¡MI SECRETARIA SOY YO!". Confesión de su responsabilidad en la comisión de los hechos que se le imputaban (desde el punto de vista jurídico-moral), pero en realidad, chiste genial, boutade de altos quilates para "ojos que saben traspasar adornos y atavíos". Estamos frente a la variante postmoderna del flaubertiano "¡Madame Bovary soy yo!"... declaración provocadora por medio de la cual Flaubert, en pleno falocratismo del siglo XIX, reivindica a la mujer como espacio transgresivo de la des-apropiación. ¡Cuánta gracia y acierto los de Bryce para descalificar los escritos "propios" de los gacetilleros y pseudo-ensayistas actuales que nunca cesan en el pegoteo semántico de sus inepcias, en la roma reproducción de ideologemas y culturemas que, en medios huérfanos de tradición cultural consistente como lo es el nuestro, pasan por ideas originales, "personalísimas" y brillantes... ¡Si por lo menos tuvieran el decoro del "estilo"!... Aunque en el caso de Bryce, el hurto de baratijas también puede interpretarse como un homenaje a la bisutería de tocador que tanto amamos, y a los viejos "prenderos italianos que tanto padecimos". ¡Oh, Madame Bovary, ora pro nobis peccatoribus!. Existen dos tipos de actitudes ante el acto de escritura, decía "yo" hace largos años -y me perdonan, amigos, la inmodestia de citar- "me" a mí mismo (dudo siempre de este mí-mismo): la que consiste en borrar el resplandor del gesto y hurtar a la luz pública una real escritura transformativa, negándose el autor sintomáticamente a publicar lo ya escrito -con el riesgo de que interlocutores "apresurados" le tomen la delantera-, y la de aquellos cleptómanos que publican permanentemente sin haber escrito casi nunca de modo efectivamente textual-transformativo. Mi (star) sí-mismo, parti(o)cularmente, me incluye en esta última categoría: No considera a mi Yo su maestro, ¡Je!... ¿Moi?. Corresponde a la crítica, dentro de "cincuenta" años, señalar cuáles obras entran en una u otra estrategia discursiva.¡Por ahí se escucha el rumor de sonorosos ríos de tinta!. En fin, queridos hermanos, podéis iros en paz. Que la gracia del Señor, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre "vuestra escritura". El que desee, -¡menos Bryce!-, puede apropiarse de estas simples notas o apuntes. Lo excluyo a él en particular, para "yo" no correr el albur monstruoso de la inmortalidad. Vean ustedes: ¡Cierro con la variante "alman-sa(h)ariana" de un lugar común, ya patrimonio del desierto humano!: Borges. Si el estilo es (soy) el hombre, la mujer sería (se haría) Madame Bovary, el goce innombrable y sinuoso de la escritura. ¡Mi secretaria soy yo! (Armando Almánzar Botello). Enredo Brisa Hacenoche El Nuevo Madrid, Agosto 8 del 2059 ALGUNOS JUICIOS CRÍTICOS SOBRE LA OBRA DE ARMANDO ALMÁNZAR BOTELLO. “He dicho que escribo a ‘lo Almánzar’, no me interesan sino las sensaciones que producen sus resonancias y disonancias. Digo que sus visiones del mundo orillan, en la post-modernidad, las de un Bosco caribeño que recrea el universo con el que intenta dejar de soñar. En su soledad y en su atasco de pasiones, Almánzar Botello incluye a políticos, a poetas, a una fauna esotérica y mistérica que en la realidad es sólo materia prima para su justificación de la metáfora”. Marcio Veloz-Maggiolo. "Cazador de agua y otros textos mutantes, de mi admirado amigo Armando Almánzar Botello, es para mí una revelación, un síntoma de cuánto podría este libro cambiar, tornar interesante y fértil, quiero decir, el panorama poético, no sólo de la República Dominicana, sino en Hispanoamérica". José Mármol. “Francis Bacon, vuelve. Slaughterhouse’s Crucifixion’, instaura un nuevo código discursivo que hace de su dicción un entramado de sólidas arquitecturas verbales e insólitos hallazgos expresivos”. Alexis Gómez-Rosa. “Francis Bacon vuelve. Slaughterhouse’s crucifixion’, nos pone ante una original forma de escritura que no oculta, sin embargo su tradición, y a un tiempo nos revela metapoéticamente sus claves escriturales, dándonos a ver desde Henri Michaux hasta la experiencia Camp”. César Augusto Zapata. “Ligado al vertimiento de una semántica ‘desemantizada’, el Cazador de agua es un dios, pero un ‘dios escrito’ parecido a Genet, a Mishima o a Beckett.... El contacto con esta obra asegura el conocimiento de lo que ha sido el fenómeno poético dominicano actual en sus principales búsquedas...” Odalís G. Pérez. Pedro Conde Sturla es escritor pedro.conde@codetel.net.do This e-mail address is being protected from spambots. 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NOTA: Ver artículo citado en este link:
http://www.elcaribe.com.do/site/index.php?option=com_content&view=article&id=210706:almanzar-botello-entre-bryce-echenique-y-madame-bovary-1&catid=292:pedro-conde-sturla&Itemid=353
O este otro dentro de este blog:
http://tambordegriot.blogspot.com/2009/05/juridicamente-culpable-y.html
Pedro Conde Sturla es escritor pedro.conde@codetel.net.do
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