Por Armando Almánzar-Botello
[…] Alguien dijo que Vida y Obra son "duplicaciones paralelas de una escena fantasmática hurtada"...inconsciente, traumática...
La llamada "vida", entendida como plétora y campo ilimitado de posibilidades inmanentes (“la vida la muerte”, escribía Derrida, uniendo sin coma ambos puntos extremos en un espacio atópico de indeterminación e incertidumbre) se encuentra, evidentemente, por encima de la mera "obra" como “simple” producto de un acto creativo de escritura, pero participa de una dimensión ética distinta.
Si la obra, en su complejidad semiótica, contradictoria y polivalente, atraviesa los prejuicios, ideologías, convenciones y narcisismos de época, es decir, si se constituye en "obra" más allá del ruido relativamente inarticulado de los contextos, no cae como tal bajo el hacha del juicio moral normativo: abre más bien un espacio de exploración y constitución de sentidos inéditos, desconocidos.
En este orden de ideas podemos afirmar que el Louis-Ferdinand Céline de “Viaje al fin de la noche” no es el mismo autor de los Panfletos Antisemitas como "Bagatelles pour un massacre". Por lo menos, la estrategia escritural y ética no es la misma en ambos casos.
En aquella gran novela del escritor francés, al igual que en su “Muerte a crédito”, existe lo que Julia Kristeva denominaría una exploración escritural sublimatoria de la abyección, de la emergencia histórica de una cierta “pulsión de muerte” y del sinsentido, pero no se instaura, de ningún modo, una ideología racista, ultranacionalista, autoritaria, asesina, militarista o complaciente con los poderes fácticos, sino, muy por el contrario, una especie de carnavalización bajtiniana del apocalipsis de las significaciones ideológicas convencionales e hipostasiadas...
Los Panfletos celinianos revelan el "error" ético-político de Céline, un inexcusable anti-semitismo fascista, si se quiere, pero esta dimensión de su obra nunca invalida su otra escritura creativa generadora de obras transformativas con valores semióticos permanentes.
Para los japoneses tradicionales, por ejemplo, el ideal del hombre de letras íntegro implica necesariamente la conjunción de las vertientes ética y estética, pero, lamentablemente, no siempre es así en la experiencia concreta de todos los grandes autores.
Junto con el "recriminable", latente o explícito odio en bruto que puedan expresar algunos supremos hacedores literarios a través de ciertos actos de su vida y de su escritura extraliteraria, actos considerados, con mayor o menor grado de hipocresía, como “injustos y perversos” cuando son medidos desde un cierto punto de vista de apreciación axiológica, existen también, en posición simétrico inversa, otros grandes escritores cuyo odio ideológico se expresa, veladamente, a través del resentimiento valorativo contra la excelencia literaria lograda por esos “supremos hacedores” que no participan de los mismos principios ético-políticos que defienden sus rencorosos críticos, o que han sido eventualmente censurados y estigmatizados como “inmorales” o “monstruosos” por ciertas instancias de los poderes constituidos.
Piénsese, a modo de ejemplo, en la tradición maldita de los “hijos espirituales del Marqués de Sade”, en la negativa de la Academia Sueca a conceder el Premio Nobel a Jorge Luis Borges argumentando de modo oportunista, vengativo y pseudoliberal sobre la evidente simpatía del gran escritor argentino por el régimen dictatorial de Pinochet, por el imperialismo británico y el franquismo, etc., etc.
¿No acontece algo similar a lo anteriormente señalado en lo que entendemos como “apreciaciones de mala fe” realizadas por un gran ensayista judío como lo es sin dudas el extraordinario George Steiner, cuando en su importante obra “Extraterritorial. Ensayos sobre literatura y la revolución lingüística” (Ediciones Siruela, 2002, páginas 49-59) llevado por su legítima posición antirracista, “prosemita” y antifascista, defiende la supuesta superioridad artística del Lucien Rebatet de “Les deux étendards” con respecto al Céline de “Mort à crédit” y cataloga como "patológicas" la visión y las técnicas de Céline como escritor?
Para mí, sin regateos, Louis-Ferdinand Céline, junto a Kafka, Proust, Joyce, Beckett, Virginia Woolf, etc., es uno de los más grandes escritores de Occidente desde Dante, Cervantes y William Shakespeare.
El problema ético del "don del poema, del don textual y su escritura creativa", va más allá de la simple y burda denuncia criminal o panfletaria, del plagio como simple robo, de la usurpación de pedestales, del intercambio compensatorio de minusvalías psico-sociales, de la circularidad interesada del mercado y del moralismo maniqueo de aquellos que Niestzsche denominó los falsos sacerdotes... Pero también, esa complicación ética nos sitúa, o debe situarnos, más allá del mero resentimiento patológico y del espíritu de venganza que no alcanza el estatuto de suplencia sinthomática (Lacan) estéticamente lograda…
Lo ideal sería, para el sujeto en situación de discurso y en acto de escritura, poner en su vida ético-práctica —a su cuenta y riesgo— “un poco” de lo que haya perfilado como aventura del sentido en su obra creativa (no sólo a la inversa); descubrir en los sentidos múltiples de su “propio” texto nuevas posibilidades de vida y socialidad; dejar un espacio en el discurso para el punto de ignición que constituye lo Real como Pulsión de Muerte transmutada, como telón de fondo, afuera genético y ruido blanco de la existencia multiforme: En fin, "economizar violencia" y psicosis desencadenada a través de la escritura como lluvia sinthomática de letras, para decirlo tal como pensaron este problema Emmanuel Levinas, Maurice Blanchot y Jacques Lacan […]
La llamada "vida", entendida como plétora y campo ilimitado de posibilidades inmanentes (“la vida la muerte”, escribía Derrida, uniendo sin coma ambos puntos extremos en un espacio atópico de indeterminación e incertidumbre) se encuentra, evidentemente, por encima de la mera "obra" como “simple” producto de un acto creativo de escritura, pero participa de una dimensión ética distinta.
Si la obra, en su complejidad semiótica, contradictoria y polivalente, atraviesa los prejuicios, ideologías, convenciones y narcisismos de época, es decir, si se constituye en "obra" más allá del ruido relativamente inarticulado de los contextos, no cae como tal bajo el hacha del juicio moral normativo: abre más bien un espacio de exploración y constitución de sentidos inéditos, desconocidos.
En este orden de ideas podemos afirmar que el Louis-Ferdinand Céline de “Viaje al fin de la noche” no es el mismo autor de los Panfletos Antisemitas como "Bagatelles pour un massacre". Por lo menos, la estrategia escritural y ética no es la misma en ambos casos.
En aquella gran novela del escritor francés, al igual que en su “Muerte a crédito”, existe lo que Julia Kristeva denominaría una exploración escritural sublimatoria de la abyección, de la emergencia histórica de una cierta “pulsión de muerte” y del sinsentido, pero no se instaura, de ningún modo, una ideología racista, ultranacionalista, autoritaria, asesina, militarista o complaciente con los poderes fácticos, sino, muy por el contrario, una especie de carnavalización bajtiniana del apocalipsis de las significaciones ideológicas convencionales e hipostasiadas...
Los Panfletos celinianos revelan el "error" ético-político de Céline, un inexcusable anti-semitismo fascista, si se quiere, pero esta dimensión de su obra nunca invalida su otra escritura creativa generadora de obras transformativas con valores semióticos permanentes.
Para los japoneses tradicionales, por ejemplo, el ideal del hombre de letras íntegro implica necesariamente la conjunción de las vertientes ética y estética, pero, lamentablemente, no siempre es así en la experiencia concreta de todos los grandes autores.
Junto con el "recriminable", latente o explícito odio en bruto que puedan expresar algunos supremos hacedores literarios a través de ciertos actos de su vida y de su escritura extraliteraria, actos considerados, con mayor o menor grado de hipocresía, como “injustos y perversos” cuando son medidos desde un cierto punto de vista de apreciación axiológica, existen también, en posición simétrico inversa, otros grandes escritores cuyo odio ideológico se expresa, veladamente, a través del resentimiento valorativo contra la excelencia literaria lograda por esos “supremos hacedores” que no participan de los mismos principios ético-políticos que defienden sus rencorosos críticos, o que han sido eventualmente censurados y estigmatizados como “inmorales” o “monstruosos” por ciertas instancias de los poderes constituidos.
Piénsese, a modo de ejemplo, en la tradición maldita de los “hijos espirituales del Marqués de Sade”, en la negativa de la Academia Sueca a conceder el Premio Nobel a Jorge Luis Borges argumentando de modo oportunista, vengativo y pseudoliberal sobre la evidente simpatía del gran escritor argentino por el régimen dictatorial de Pinochet, por el imperialismo británico y el franquismo, etc., etc.
¿No acontece algo similar a lo anteriormente señalado en lo que entendemos como “apreciaciones de mala fe” realizadas por un gran ensayista judío como lo es sin dudas el extraordinario George Steiner, cuando en su importante obra “Extraterritorial. Ensayos sobre literatura y la revolución lingüística” (Ediciones Siruela, 2002, páginas 49-59) llevado por su legítima posición antirracista, “prosemita” y antifascista, defiende la supuesta superioridad artística del Lucien Rebatet de “Les deux étendards” con respecto al Céline de “Mort à crédit” y cataloga como "patológicas" la visión y las técnicas de Céline como escritor?
Para mí, sin regateos, Louis-Ferdinand Céline, junto a Kafka, Proust, Joyce, Beckett, Virginia Woolf, etc., es uno de los más grandes escritores de Occidente desde Dante, Cervantes y William Shakespeare.
El problema ético del "don del poema, del don textual y su escritura creativa", va más allá de la simple y burda denuncia criminal o panfletaria, del plagio como simple robo, de la usurpación de pedestales, del intercambio compensatorio de minusvalías psico-sociales, de la circularidad interesada del mercado y del moralismo maniqueo de aquellos que Niestzsche denominó los falsos sacerdotes... Pero también, esa complicación ética nos sitúa, o debe situarnos, más allá del mero resentimiento patológico y del espíritu de venganza que no alcanza el estatuto de suplencia sinthomática (Lacan) estéticamente lograda…
Lo ideal sería, para el sujeto en situación de discurso y en acto de escritura, poner en su vida ético-práctica —a su cuenta y riesgo— “un poco” de lo que haya perfilado como aventura del sentido en su obra creativa (no sólo a la inversa); descubrir en los sentidos múltiples de su “propio” texto nuevas posibilidades de vida y socialidad; dejar un espacio en el discurso para el punto de ignición que constituye lo Real como Pulsión de Muerte transmutada, como telón de fondo, afuera genético y ruido blanco de la existencia multiforme: En fin, "economizar violencia" y psicosis desencadenada a través de la escritura como lluvia sinthomática de letras, para decirlo tal como pensaron este problema Emmanuel Levinas, Maurice Blanchot y Jacques Lacan […]
Agosto de 2003
© Armando Almánzar-Botello
Santo Domingo, República Dominicana.
Santo Domingo, República Dominicana.
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