Nuestro éxtasis aguarda su Bernini.
Por Armando Almánzar-Botello
A Mijail Bajtín
Su vulva era pequeña, peluda, suave; tan blanda por fuera —por lo afable y grueso de sus labios—, que al rozar con su misterio la bulimia de mi boca patafísica, parecía toda de algodón oscuro, que no llevaba odios, ni tampoco mucho menos la verdad final del hueso.
¡Oh diagrama polifónico! ¡Música!
La dejé un día suelta... y se me perdió en el prado...
Le gustaban las caricias mandarinas, las uvas y las letras y los besos moscateles... Era mágica su luz bajo la luna…
Persiste limpia y entreabierta en mi memoria, con su desnuda, profunda, radiante y pensativa gotita de miel…
¡Nada tiene que ver con el amigo Silvio!
¡Ya no la busco! Sencillamente la he perdido…
¡Oh diagrama polifónico! ¡Música!
Sólo su clítoris erguido de azabache, con sabor a piña jugosa y a caimito fresco, era duro, duro y sutil, casi agridulce, cual una verdad irrebatible, inmensa... o un grafema titilante para el goce, pequeño trozo de astro sacudido, flor de lúcido pistilo vehemente, para mi honda y tenebrosa perdición sin tiempo.
La dejé un día suelta... y se me perdió en el prado...
Le gustaban las caricias mandarinas, las uvas y las letras y los besos moscateles... Era mágica su luz bajo la luna…
Persiste limpia y entreabierta en mi memoria, con su desnuda, profunda, radiante y pensativa gotita de miel…
¡Nada tiene que ver con el amigo Silvio!
¡Ya no la busco! Sencillamente la he perdido…
Septiembre del 2010
© Armando Almánzar-Botello
Santo Domingo, República Dominicana.
Santo Domingo, República Dominicana.
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