lunes, 11 de abril de 2011

LA GUARIDA

Texto Rizomático


                                Pintura de Iván Tovar

  

Por Armando Almánzar Botello


A Sandra Hued Namías

 “He terminado la guarida y parece que ha quedado bien”
Franz Kafka


Hay animales que borran el rastro al entrar y salir de su guarida. 
No me habita criatura alguna de esa especie artera. ¡Nunca!

Cuando entra un hocico en mi húmedo vientre
(-¡Llegó el Otro, Alguien, el Huésped!-, me digo)
órganos extraños con lentitud me palpan.

Sigiloso testigo en los bajos fondos
de mi vida indescrita, chorreante,  
él piensa y explora mi soledad arcaica
de tierra originaria.

Entonces, yo, cubil taciturno,
tiemblo y aguardo...
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Entra primero el macho, seguido de la hembra.
Olfatean cautelosos la penumbra, se chillan quedamente
sus mensajes turbios…
Arrebatados por la furia sexual en su profundo sumidero
los huéspedes copulan.
Cubiertos por el denso y fogoso vapor de sus instintos
no temen a los dientes de los depredadores fríos ¡Nunca!
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¿Y tú, Tercero, quién eres?
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Cambio ahora y arrojo –fatalidad sangrante–,
mis huellas inciertas al lodo.
Un golpe de miedo no abolirá la muerte.

Me despojo en silencio de mi sombra. Es noche alta.
Sólo queda en el umbral de la madriguera un brillo
neutro de letras…

Y será el Otro, tal vez, quien descifre los diagramas del rizoma:
                   huellas,
gradientes y vectores de la fuga
como en el lienzo mágico de un pintor chamánico.

Persigo al  que me persigue y me ofrezco sin decoro
–ardiente víctima ignota en horrible sacrificio–,
a la mordedura de la culebra nocturna –imponente, sagrada, pavorosa.  
¡Tú no lo imaginas, ojo de la superficie, no lo puedes concebir!

En conexión intensa con la trama oscura de la carne,
la guarida es el hueco que palpita, ¡oh terrible hombre de las ratas!
con soplos y escrituras profanadas.

En ella, lentamente,
bestiales criaturas de fósforo innombrable
brillan goces del abismo, transfiguraciones tangibles.

En ciertas ocasiones,
buscando la verdad reprimida de su origen/ secretamente alguien acude
a las cloacas, retretes y viejas escaleras.
Límenes donde la vida dialoga silenciosa con lo incierto.
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Pero basta ya de preámbulos:
¡Soy la Madriguera feroz que ahora escribe su misterio!

Descuartizo los cuerpos animales que me habitan.
Escupo con furia su tragedia banal y los huesos
de los seres insondables.

Mas no tienes nada que temer, sabandija del exilio.
Sólo cuídate de mi ternura.

¡Soy la boca ensangrentada de Cristo en la caverna!





© Armando Almánzar Botello 
    Santo Domingo, República Dominicana.

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