miércoles, 4 de mayo de 2011

TRES POEMAS

AULLIDOS

                                  Hermann Hesse 


Por Armando Almánzar Botello


Al músico y poeta Juan Luis Guerra Seijas
Al poeta Plinio Chahín

“El caballo del beduino que se traga soledades…”
Los Caballos de los Conquistadores.
José Santos Chocano




La incertidumbre fue anclaje del beduino.

Se extendieron los aullidos.
Hasta narrar un solo cuerpo desolado se extendieron...

Y me habló aquella placa especular ya florecida
(imagen radiográfica de un texto)
asustando con mil voces la inocencia
soñolienta de los pájaros…

Santo Domingo, R.D. Junio de 1976


Tomado del libro:
Francis Bacon, vuelve. Slaughterhouse’s crucifixion.
Editora Ángeles de Fierro, 2007. R.D.
Página 36.



ENSOÑACIÓN EN LA OFICINA

                     Paul Delvaux. Pintura 1941. Las manos



Por Armando Almánzar Botello



La noche fue un tigre agazapado en el risco. 
Y entonces vi, sobrecogido, en el temblor extraño de la luz violeta, 
las ambiguas columnas elevando sus brazos; tensas ramas palpitantes en la hora señalada…

Humo aceitoso en el recinto. En el pasillo vísceras murales, y una voz
pluscuamperfecta enredada en los arbustos...

Luego ella, dibujada aparición de negro, alta L (ele) 
sobresaliendo en el fósforo por encima de la línea silenciosa de los ojos,
caminó con su gracia contoneante danzando el mundo entero al ritmo de sus nalgas...

Partida sangró en dos la comitiva en el primer sendero bifurcado.

Y ella, hija inviolable de los velos,
secretaria secretísima en la prosaica luz de la oficina,
arrojó sigilosa la menuda cinta verde de una máquina Remington, 
en el cesto esencial de los desperdicios creídos…

Santo Domingo, R.D. Diciembre de 1978


Tomado del libro:
Cazador de agua y otros textos mutantes (Antología Poética Personal 1977-2002)
Editora Nacional, 2003, Santo Domingo. R.D.
Página 26.



SOLEDAD IV


                              Yves Tanguy. Óleo 1942, Divisibilidad indefinida 


Por Armando Almánzar Botello

Para la sensible artista María Rodríguez Rancier, con profunda admiración y respeto.



¡Aquí estoy, oh soledad enardecida!, con los brazos abiertos desde ti,
esperando lo innombrable... 

¡Grita infierno soledad, que tu incendio me calcine!
Y arda en mí la Gran Ciudad con su fango de cambistas.

Muchedumbre: ¡Podredumbre!

Rabiosa de puñales en el aire galopando, escribe soledad tu veredicto.
Contempla en el espejo insondable de una lágrima el instante anhelado del desastre.
Ruptura de las bielas. Líquidos metales. Alquímica nigredo. Escritura del olvido…

Ofréceme en tus manos el vacío perfecto: lo que no me dieron nunca las presencias.
                                                                                                                    Ya ningunas, ya ningunas platirrinas, ojinegras, braquicéfalas, pubifláccidas,
peliplúmbeas, odelicias, caucásicas, nocheoscuras, solirrubias, vaporosas… esfinges fantasmales…

[Nigredo                   Albedo                        Rubedo]

¡Canta un árbol Mi Mujer y renace intacto el mundo!

Febrero de 1982

Tomado del libro:
Cazador de agua y otros textos mutantes (Antología Poética Personal 1977-2002)
Editora Nacional, 2003, Santo Domingo. R.D.
Página 21


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