Por Armando Almánzar-BotelloEra un soldado sin ningún talento, un simple súcubo de otros gloriosos; nada tenía de Arquíloco ni tampoco de Espartaco; chupaba biberones como quien chupa fusiles. Fue siempre un servil edecán de los demonios y las brujas. Cuando terminó la Revolución, por culpa de aquel rastrero la ciudad se quedó sin leche.
© Armando Almánzar-Botello
Santo Domingo, República Dominicana.
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