martes, 24 de enero de 2012

No hay que confundir los derechos con las obligaciones

"I would prefer not to." Bartleby, the Scrivener. Herman Melville

"No es que no debamos actuar, es que no debemos hacerlo cuando con ello sencillamente tornamos más eficiente nuestra subordinación a la violencia mítica del poder." A.A.B.

                     Delacroix. La libertad guiando al pueblo. 1830


Por Armando Almánzar Botello 



Cuando ciertos poderes, en función de sus particulares intereses y/o coyunturas, pretenden obligar-persuadir a los sujetos —de forma explícita o sibilina—, para que éstos realicen un cierto ejercicio de ‘sus propios derechos ciudadanos’, debemos adoptar de inmediato la estrategia de la sospecha.

Nuestra desconfianza se justifica porque salimos entonces del reino de una elección que se supone discrecional, crítica, libérrima —y que comporta, eventualmente, la posibilidad de abstenerse de actuar, y/o la revocación, redescripción o ampliación del contenido de algunos de nuestros derechos—, para entrar en el ámbito turbio de la manipulación cínica, ‘super-yoica’ y oportunista, ejercida contra el sujeto por la vocación de control de los poderes constituidos en el desierto engañoso de la seudo-democracia.

Nos encontramos ante el viraje represivo de una dudosa libertad vigilada, administrada por el sistema, contra el real ejercicio crítico y potencialmente transformativo de los derechos concedidos a los sujetos en proceso.

Para éstos, en ciertas coyunturas, abstenerse de actuar puede significar un gasto energético más difícil de efectuar —pero con mayores resultados desestabilizadores para el orden glocal de la injusticia—, que el consumo de energía implicado en sumarse vacua y simplemente al ejercicio inercial-mercurial de un ‘pobre derecho a la participación’ que sólo con el nombre parece favorecer a la multiplicidad de los sujetos, pues en realidad contribuye primordialmente a la ‘reproducción metastásica' del sistema que excluye a la mayoría. Hay más esfuerzo en lograr cierto     'no-hacer' (¿Wu-Wei político?) que en la ciega actividad del sistema en su producción de 'lo mismo'.

Ya lo decía Alain Badiou: ‘Es mejor no hacer nada que contribuir a la invención de nuevas formas de hacer visible lo que el imperio ya reconoce’.

El ‘actuar’, en ciertas circunstancias, como ciega ‘disciplina’ seudo-mística de inversión energética reproductiva, implica simplemente la convalidación del ominoso metabolismo de un cuerpo canceroso que nos atormenta con vocación de permanencia infinita: el sistema capitalista de producción-distribución-consumo y especulación criminal financiera, tal como lo padecemos actualmente a nivel global con sus múltiples declinaciones locales y regionales. Malestar en la cultura como malestar en el capitalismo y su biopoder.

No es que no debamos actuar, es que no debemos hacerlo cuando con ello sencillamente tornamos más eficiente nuestra subordinación a la violencia mítica del poder.

Existe, con legitimidad ética, un ‘derecho de segundo grado’ que autoriza la abstención estratégica del sujeto al ejercicio de un derecho particular.

Llegado el caso, el sujeto podría ‘abstenerse de abstenerse’ y ejercer entonces el derecho de primer grado al que originalmente había renunciado por decisión propia. Es un asunto de micropolítica del sujeto en proceso, con el impacto que dicha estrategia siempre genera en el campo del accionar macropolítico.

Frente al oportunismo monológico de los poderes convencionales, orientado a favorecer la hegemonía de un núcleo duro y minoritario, se podrían desplegar, estratégicamente, las acciones y abstenciones más oportunas en nombre del sujeto, de lo múltiple y lo plural.

Debemos defendernos en este contexto de la trampa ideológica de una ‘sujetación’ represiva del sujeto a/por sus propios derechos.

Esa atadura o sujeción acontece cuando se presenta de una forma perversa y abstracta la práctica de las posibles acciones y decisiones desplegadas por dicho sujeto, entendiéndola como simple ejecución de una supuesta ‘libertad-deber’ programada en sus contenidos y protocolos por un cierto campo institucional gobernado y oscurecido por la figura del Amo Capitalista y sus desaforadas ratas complacientes.

Vocación solapada, cínica, éticamente fraudulenta, de reproducir el capital simbólico y social en el contexto de unas relaciones de producción-distribución-consumo caracterizadas por la inequidad, los puntos ciegos y la barbarie codificada.




Febrero de 2010
Santo Domingo, República Dominicana.

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