martes, 15 de septiembre de 2009

Poeta Invitado:

Miguel Aníbal Perdomo


Ventanas en la noche. Edward Hopper.



BAJO EL CIELO DE PLÁSTICO


A dos cuadras de la calle 14 flota el cielo de plástico, inventando su reino con ansias de verdades, y sediento de oferta, protege el edificio cuyo techo tranquilo y ladrillos rosados tientan al transeúnte.
Por esfuerzo que hago, no logro percibir a ninguno de sus habitantes, ni a la mujer de pelo oscurecido con quien llevo tres noches obcecado. No comprendo tampoco esta razón de lino que me cubre los ojos, aunque el jazz me consuele de los días en ayunas.

A las siete rayando, las ilusiones cruzan en plena retirada por la estación Rimbaud cuando el aire se quiebra al fragor de los trenes, que alcanzan en sus rieles las frecuencias urbanas.
Yo contemplo impaciente cómo el cielo clausura tragaluz y compuerta. Sin embargo, del lugar donde nace el rosado, no se asoma ninguno de sus habitantes.
Intranquilo, doy vueltas por la acera de enfrente, repitiendo en voz densa: Cielo en subasta. Lugar despiadado.


TAMBORES DE MAR



Toca el mar sus tambores y organiza sus muelles cuando dejas el barrio de ladrillos rosados. Empieza tu destino de avenidas sin límite entre palmas tejidas con dos manos de sal.

Yo te aguardo impaciente donde surgen las dunas, de cara a mi destino de exiliado terrestre, y te aproximas tú por las casas sedientas que se doblan y acercan a la pasión del agua.

El mar donde surgiste y adonde vuelves sacude la melena de espuma de cerveza. Sobre los malecones repican atabales y el ritmo de las Islas te sostiene en lo alto, para que las pupilas que definen la noche sacien su soledad al poder contemplarte.



EL ALIENADO


Iniciado en el rito de la estación más libre, abandoné mi casa, decidido a seguirte por calles y callejas. No sin antes vender, sin que mi padre lo advirtiera, su carro más veloz, sus preciosas acciones en la industria del ámbar. Me dediqué a escucharte, arrojando a las fauces del horno el Libro en que se asienta mi pasado y oscila mi futuro. Aunque nada advertí. No hubo ni un vaso roto ni una alfombra que ardiera.

Transformado en inspector afable que rastreaba tus huellas, compartí durante turbios meses, mis garrafas de vino y mi abundante mesa con un grupo neurótico de actores vagabundos. Cuando fui desterrado al suburbio más alto, me extravié en el futuro y pude adivinar la lluvia de fogata que ronda tu destino.

He podido entender la confusión del tránsfuga al cambiarme de mi bando a tu bando político; y en una noche ciega por solo 30 euros, traicioné a mis amigos. Al llegar la Cuaresma grabaron en Macondo, con ceniza indeleble, tu rostro en mi memoria. Y olvidando el sentido sonoro de mi nombre, cerré las autopistas del regreso.Ahora soy un hippie, girando por las torres cortadas del presente.

Tres Poemas del libro AFICHES EN LA ESTACIÓN RIMBAUD
de Miguel Aníbal Perdomo (Nueva York, otoño, 2008) .

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