«La existencia no es algo que se deja pensar de lejos: es preciso que nos invada bruscamente».
Jean-Paul Sartre.
«¿No sería “la náusea sartreana” el reverso del satori Zen, una suerte de iluminación inversa?».
Solitario y sentado ante la mesita de noche, intento esculpir lo indecible que aúlla en mi cuarto silencioso. Es casi la madrugada de un día que desconozco. Algo negro me impide moverme del lugar en que ahora me encuentro. ¿Será el peso agobiante de la nada, las letras turbias de lo inconcebible, la tinta oscura y lúcida que mana del insomnio?
Pero aun así deseo a la criatura monstruosa, el ayuntamiento erótico intenso, innombrable. A diferencia de otros héroes, yo anhelo aquí en lo atroz la comunión de soplos.
Quizá viendo el mundo a través de unos bárbaros ojos no descritos todavía, y palpando lo real por las manos milagrosas de la bestia polimórfica, los signos y los seres lánguidos y fríos no me sean
Pero aun así deseo a la criatura monstruosa, el ayuntamiento erótico intenso, innombrable. A diferencia de otros héroes, yo anhelo aquí en lo atroz la comunión de soplos.
Quizá viendo el mundo a través de unos bárbaros ojos no descritos todavía, y palpando lo real por las manos milagrosas de la bestia polimórfica, los signos y los seres lánguidos y fríos no me sean
—de un modo tan extraño y nauseabundo—, inoportunos, gratuitos y fugaces.
Me parece voy dejando jirones de mi vida en cada necia cosa que yo palpo, en cada persona insulsa que me aborda por las calles, los teléfonos, las cartas. Me aniquila, sin clemencia, el mirarme sin luz en los espejos colectivos del desastre, paladear cada momento intrascendente que reclama mi cuidado y que me absorbe, como el falso titular de algún periódico y su estúpida lectura en apariencia inaplazable: rotas letras de un poema destruido que sólo dice nada, nada, nada…
Persigo transmutar, con un párrafo brutal de vida intensa —íntimo, feroz, alegre, gozoso y entusiasta—, la prosa sin substancia que circula por los cuerpos, por la carne del mundo taciturno; la triste polvareda del absurdo indigente que me envuelve.
Me parece voy dejando jirones de mi vida en cada necia cosa que yo palpo, en cada persona insulsa que me aborda por las calles, los teléfonos, las cartas. Me aniquila, sin clemencia, el mirarme sin luz en los espejos colectivos del desastre, paladear cada momento intrascendente que reclama mi cuidado y que me absorbe, como el falso titular de algún periódico y su estúpida lectura en apariencia inaplazable: rotas letras de un poema destruido que sólo dice nada, nada, nada…
Persigo transmutar, con un párrafo brutal de vida intensa —íntimo, feroz, alegre, gozoso y entusiasta—, la prosa sin substancia que circula por los cuerpos, por la carne del mundo taciturno; la triste polvareda del absurdo indigente que me envuelve.
¡Busco monstruos!
Quisiera sentir ahora lo imposible potencial bramando su misterio entre mis manos; abrigar su palpitante concreción de indiferencia; lamerle los contornos a la vulva indescifrable de la nada o al abismo que sostiene la danza sobre el orbe de las férvidas presencias de lo ignoto.
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Vuelve lentamente la hormiguita. Había desaparecido por un momento entre los libros y papeles de mi pequeño escritorio. Ahora camina justamente por el borde mismo de mi antebrazo izquierdo. Haciendo pequeños zigzags, como un diminuto Hamlet que dudara del mundo, se detiene, agitando sus minúsculas antenas, cerca de mi mano que reposa inerte sobre la superficie de la mesita de noche. Interrumpo la escritura y la miro con cierta displicente curiosidad; ella también parece mirarme y estudiarme… Un ligero parpadeo, y el bicho se escapa presuroso entre los folios.………………………………………………………………………………………………………………………...
En este momento, amiga tenebrosa, tú eres la distancia, la insalvable distancia del monstruo y el rumor de lo tremendo… ¡Y yo que intento renovar contigo la naturaleza profunda de mis contactos!
La noche está junto a mí; su baba oscura me rodea por los cuatro costados del insomnio. La noche me clausura con sus miles de ojos y bocas balbucientes. La noche me valora como ente… ¡Soy la noche y su escritura de sombras! Ella me agobia tornando conciente mi peso de angustia. En otras ocasiones, me roba cautelosa el ser y la substancia, y soy así, entonces, la hoja vacía bajo el candil impávido de nadie.
A ratos, la noche me parece tan tierna y sugestiva… tan llena de presencias misteriosas y audibles… pero finalmente retorna con gran vigor el asco… la única potencia que en esos momentos parece ocupar mi cuerpo y la totalidad de mi mente. ¡El asco!
Y entonces, odio la noche con todas mis fuerzas, y aún más cuando me percato de que ella es el fin de otro día y el preludio de un nuevo amanecer, de una alborada que a su vez llegará simplemente para dar lugar a un nuevo atardecer seguido de otra noche… Y yo seré un ojo abierto en ese nuevo amanecer y en esa nueva noche; una oscuridad que dará paso a un nuevo día y a otro nuevo anochecer, hasta que llegue al fin el momento de la definitiva negrura: ¡la de siempre!
Y tú, innombrable criatura, dueles ahora tu verdad espantosa en la distancia… Y sin embargo, prosigues siendo lo recóndito que fluye amargamente por mi carne, tan próximo a mi ser a pesar del gran mutismo de las cosas y del cosmos, cuando bocas taciturnas, derramadas, no dicen a tiempo la palabra justa. ¿Eres acaso la potencia del espacio que congrega y reconcilia en el dolor con su silencio?...
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Vuelve nuevamente la pequeña hormiga. Esta vez, pienso aplastarla sin miramiento alguno. La imagino completa y minúsculamente despanzurrada y yerta sobre la mesita-escritorio y su manchado tapete verde o sobre la punta de mi dedo índice derecho.
Veo al insignificante insecto afanarse una vez más por la superficie de mi mesa, con movimientos breves, polidireccionales e impredecibles, tal como si trazara una escritura generosa y salvífica, un inaplazable sermón de lo vibrante y epiceno. Agita sus pequeños tentáculos como si quisiera decirme, con una gran urgencia, algo neto y trascendente.
Experimento de súbito el impulso de acercarme indiscreto al pequeño animalejo y contemplarlo cuidadosamente. Abro un cajón del escritorio y tomo de él una vieja pero poderosa lupa que me regaló el azar de los misteriosos mercados de baratijas de la Avenida Duarte.
Con la respiración suspendida me acerco, lente de aumento en ristre, al diminuto animal.
¡Ahora miro acrecentada su compleja, maravillosa y delicada arquitectura, y casi lanzo un grito de asombro y maravillado terror en la noche!
Creo saber el porqué cuando justo en este instante viene a mi conciencia un breve y antiguo poema del japonés Kobayashi Issa:
“Para el mosquito / también la noche es larga, / larga y sola”.
¡Y pensar que la vida tiene formas todavía más pequeñas; que también lo que llamamos inorgánico está vivo de otro modo trepidante y misterioso…!
Me sorprende algo así como la descarga dorada de un rayo inescrutable.
Observo el pequeño corpúsculo móvil de vida nerviosa con patas, pelos y antenas —que por supuesto no es un mosquito sino la hormiga ordinaria de siempre—, y siento con gran humildad, hasta mi oscuro fondo encendido lo siento, que una olvidada cosa inconcebible, ardua y asombrosa en su latir profundo, retorna invulnerable, con lentitud y firmeza, desde su lugar paradójico, secreto y eterno…
En este mismo instante, alguien o algo llama con sigilo a mi puerta…
¡Y pensar que la vida tiene formas todavía más pequeñas; que también lo que llamamos inorgánico está vivo de otro modo trepidante y misterioso…!
Me sorprende algo así como la descarga dorada de un rayo inescrutable.
Observo el pequeño corpúsculo móvil de vida nerviosa con patas, pelos y antenas —que por supuesto no es un mosquito sino la hormiga ordinaria de siempre—, y siento con gran humildad, hasta mi oscuro fondo encendido lo siento, que una olvidada cosa inconcebible, ardua y asombrosa en su latir profundo, retorna invulnerable, con lentitud y firmeza, desde su lugar paradójico, secreto y eterno…
En este mismo instante, alguien o algo llama con sigilo a mi puerta…
1973-1983
Réplica de "Metamorfosis con lo nimio..."
en el Blog Tambor de Griot:
http://tamborgriot.blogspot.com/2014/03/metamorfosis-con-lo-nimio.html
© Armando Almánzar-Botello.
Santo Domingo, República Dominicana.