Por Armando Almánzar Botello
El individualismo y el narcisismo, en la postmodernidad capitalista, son simples máscaras del más radical gregarismo interaccionista que homogeneiza el goce a escala planetaria y crea un escenario pseudosocial, espectacular, virtualizado, donde se pierden la verdadera problematicidad de lo real, el vínculo efectivo con el otro y la polivalencia del sujeto en su relación crítica con lo social.
Existe una falsa "solidaridad de talk show" que es una de las formas perversas extremas que reviste el narcisismo defensivo que promueve el Sistema Capitalista.
En nuestros días, en este "imperio criminal de la banalidad", cualquiera es una celebridad por unos minutos. Andy Warhol tenía razón en esto. El individualismo es el complemento perfecto del gregarismo. Anverso y reverso de la misma estructura. Lo "privado" está secuestrado por el Gran Capital.
Otra cosa es el "secreto" del sujeto efectivamente pensante y crítico en su relación profunda con lo socio-político y con el deseo, no con el mero placer de captura de los bienes, de la mercancía y de la mascarada del goce en una vida concebida como simple spot publicitario...
En esta última, la llamada "solidaridad" resulta ser más bien, paradójicamente, un trivial sonsonete autista.
La paradoja de una cierta postmodernidad es que pretende "hacer vínculo" de la "ruptura de los vínculos", en un campo de fuerzas donde el factor vinculante por excelencia intenta ser, de forma perversa, el Mercado Entrópico Capitalista, como instancia promotora de un egotismo agiotista cuyo inhumano postulado básico es el saber gozar-saber hurtar-saber vivir... ¡sin apercibirse de la verdad sufriente del otro!
¿Resulta posible para la subjetividad erosionada del hombre postmoderno, víctima esquizo de la pseudo-socialidad virtual, del excesivo relacionismo electrónico-mediático, espectral y conmutativo, redefinir y habitar su cuerpo más allá de los estereotipos gregarios dominantes? ¿Podrá asumir su desamparo ontológico (Hilflosigkeit), su soledad radical de sujeto frente a lo Real de la Muerte sin necesidad de refugiarse de forma defensiva en una sub-especie de narcisismo protésico hipertrofiado? ¿Podrá transmutarse la subjetividad desfalleciente del liberalismo individualista clásico en genuina y gozosa solidaridad intensiva, y dejar de percibir como salvación las fortalezas espectaculares del shopping-mall y de las iglesias, la apropiación y el consumo bulímicos de bienes, servicios y banales recetas espirituales de autoayuda?
Son muchas las coartadas que de una manera compulsiva promueve hoy el Mercado en su voluntad de omnipresencia pseudo-protectora frente a la consciencia de la finitud, la problematicidad del goce, la desolación y el vacío nihilista.
Pero como ya lo indicaba David Schweickart en varias de sus obras, existe la posibilidad de orientar el Mercado más allá del Capitalismo homogeneizante, deculturador, anti-ecológico, no sostenible y destructivo de la genuina solidaridad. ¡He aquí la gran apuesta política!
Pensamos, a contracorriente de los spots publicitarios, que nos resulta posible constituirnos en "sujetos únicos en proceso" —plurales, contradictorios, irreductibles—, sin apelar a la paradójica presunción del adocenamiento, a la estrategia perversa de abandonar cierta relación crítica y comprometida con lo político y con el lazo social, sin recluirnos en los rituales monoideístas insulsos que nos defienden del significante de la falta en el Otro y nos impiden vincularnos, de modo auténtico, con la multiplicidad compleja y heterogénea de los otros...
© Armando Almánzar Botello.
Santo Domingo, República Dominicana.
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