lunes, 1 de agosto de 2011

VALSE TRISTE

"La noche no es un espacio. Es una amenaza de eternidad.Gaston Bachelard

                                                                       

Por Armando Almánzar Botello

A  S. A.


Al compás de Jean Sibelius y su "Valse Triste", vuelve ahora en la tarde a mi escritura su memoria...

Allá por el año de 1978, en un ensanche de la Ciudad de Santo Domingo, una bella y extraordinaria mujer, desnuda y confundida en la noche alta poco después de la rotura accidental en nuestra casa de una hermosa y pequeña porcelana que representaba al dios Apolo, se quiso arrojar súbitamente desde la azotea de nuestro cuarto piso. Comenzó  turbulento el pelo suelto, a subir con gran furor las escaleras. Corrí tras ella, sorprendido y angustiado. En el momento de su arrebato suicida escuchábamos "Finlandia" de Sibelius. 

Con anterioridad habíamos degustado en el tocadiscos del dormitorio, jubilosa y eróticamente, composiciones jazzísticas de Wayne Shorter, Miles Davis y Sonny Rollins... no son ahora muy precisos mis recuerdos...

Después de "fare l'amore", conversábamos ella y yo en la cama, pausadamente, con extrema y aparente cordura y envueltos en la niebla y las alturas de Finlandia... De repente, escuchamos un estrépito breve y seco en la sala. Al percibir el ruido, —estábamos completamente solos en nuestra casa—, corrimos desnudos hacia la sala y descubrimos la pequeña catástrofe. Al parecer, el viento suave de la noche había penetrado por las persianas abiertas del salón, agitó las cortinas y éstas derribaron la pequeña estatua que reposaba sobre un estante de madera a la altura de las rejillas. Recogimos los menudos trozos de la escultura, los colocamos en el cesto de los desperdicios, y en silencio regresamos al dormitorio... Transcurrieron unos minutos de negrura que me parecieron eternos, y entonces, como un golpe terrible de lo incierto, ¡surgió de improviso la "vocación de abismo!"...

¿Impacto insospechado de la música brumosa de Sibelius? ¿Súbito retorno de la fragilidad originaria de la mente, siempre al borde de todos los abismos? ¿Misterios remotos de la noche rojiza en la vulnerable memoria lisérgica?...

Como he dicho, corrí desesperado tras ella...

Después, ya de nuevo sosegada y a salvo entre mis brazos, la mujer me confesó, pausadamente, que sintió en el momento de su rapto autodestructivo que me amaba tan intensamente pero sin ninguna garantía o esperanza, que al romperse la estatuilla de Apolo contempló, en ese pequeño accidente, la destrucción de todo el Universo...

Amor, el atardecer siempre te mira nimbado de lejanía... y sin embargo...

¡Oh, vanidad: caligrafía en el... polvo!



Armando Almánzar Botello © 2011
Santo Domingo, Rep. Dominicana.



                                                                                 

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